Fiesta nacional

Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de enero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

El dos de enero de 1492 el último rey moro de Granada entregó la ciudad a los Reyes Católicos. La rendición de Boabdil culminó ocho siglos de lucha ininterrumpida entre los reinos cristianos y el Islam invasor: la España moderna se forjó en las batallas de la Reconquista, con la contribución de Castilla y León, de Aragón y de Navarra.

Durante quinientos años la victoria de Isabel y Fernando, como acontecimiento histórico, ha sido valorada de maneras muy diversas, incluso contradictorias, pero a pocos se les ha ocurrido negarla. Negar la historia, negarse a aceptar el pasado tal y como fue, habría sido para nuestros abuelos y nuestros padres una incomprensible forma de inmadurez colectiva. Lo cierto es que España existe, y que la España de hoy es heredera de aquella, por intolerante y bárbara que pueda parecer a nuestros ojos contemporáneos.

Granada siempre ha celebrado como fiesta propia el aniversario de la toma. Es Granada una villa de origen romano, antiquísima sede episcopal visigoda, enteramente repoblada por cristianos en el siglo XVI: la ciudad que conocemos no es la Granada nazarí. Los reyezuelos moros dejaron a la posteridad espléndidos monumentos y un borroso recuerdo de sensuales lujos orientales, pero la ciudad y el reino de Granada nada deben a los derrotados, que dejaron España. Los granadinos, como todos los andaluces, son españoles de pleno derecho, y sólo por influencia del romanticismo extranjero, de Washington Irving a esta parte, nos hemos acostumbrado a considerarlos exóticos vestigios de un pasado africano y musulmán. Un pasado, por cierto, enteramente inventado o manipulado, ajeno a la realidad histórica.

En los últimos años, y en especial desde que el PSOE ha recuperado el Ayuntamiento de Granada, ha dejado de celebrarse la habitual fiesta de la toma, fiesta que, dado su carácter, tenía un inevitable contenido militar, religioso y patriótico. Esto no deja de ser curioso, porque sólo desde 1492 existe el municipio de Granada, compuesto por los antepasados, cristianos, de los actuales ciudadanos. Celebrar un festejo alternativo, que exalte la multiculturalidad, el mestizaje y la renuncia a la propia identidad, puede ser muy gratificante para las conciencias de los actuales ediles, pero es una falsificación histórica en toda regla. Es legítimo que la sociedad opte por nuevos valores y nuevos modelos de conducta, pero ni se puede tolerar la mentira sobre nuestro pasado colectivo, ni se puede consentir que una camarilla municipal sin mayoría natural en la ciudad manipule las señas de identidad de ésta.

Hay que aplaudir por lo tanto la iniciativa de grupos como «Democracia Nacional», único que en este caso, pese a la evidente falta de apoyo institucional, ha acogido el clamor popular por la fiesta tradicional y contra el torpe aquelarre socialcomunista. Hay que esperar, además, que en el futuro también otros partidos y asociaciones, empezando por el Partido Popular, sepan estar con la gente de la calle, que sabe mejor que nadie qué es Granada y qué representa en la historia de esta nación..

Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de enero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.