Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
Las cosas van bien. Muy bien incluso, podría decirse. Las catástrofes naturales en otras latitudes, la epidemia desinformativa de las vacas locas y una gestión bastante eficaz de los medios de comunicación están dando cierta tranquilidad al Gobierno. Al menos en ese sentido, España va bien, y el sillón de José María Aznar no peligra.
Ahora, con la opinión pública entretenida en otras cosas, el Partido Popular podría dedicarse a resolver los problemas de fondo, los que realmente hipotecan el futuro de España, los que sólo con una cómoda mayoría absoluta en las Cortes pueden abordarse. Muchos españoles no los recuerdan ya, pero no han desaparecido: el separatismo periférico es mucho más que la actividad terrorista etarra, la inmigración es mucho más que las patéticas imágenes ofrecidas en televisión, el porvenir económico y social del país es mucho más que los alardes macroeconómicos que el ministro Rato nos ofrece a las tres de la tarde.
Una tentación parece rondar en ambientes gubernamentales: concentrar todos los esfuerzos en éxitos a corto plazo y en la gestión de la imagen y la opinión pública. Aznar tiene medios sobrados para hacerlo, aunque de vez en cuando fallen los ministros, y el Partido Popular ha aprendido mucho en el poder. Con un poco de suerte, sea quien sea el candidato «tapado» a la Presidencia del Gobierno, las siguientes elecciones generales volverán a ser un paseo triunfal, sobre todo si en 2001 las elecciones gallegas y vascas van medianamente bien, como parece.
Para esta empresa miope, Aznar está contando con la inestimable colaboración del PSOE, dividido y ensimismado, totalmente despistado y muy lejano del pulso de la sociedad. Muchos de sus actuales dirigentes jamás soñaron con llegar a tanto; pero desde luego el partido gubernamental jamás pudo soñar con un rival tan endeble y tan poco exigente, tan fácil de despistar y de derivar a los aspectos marginales de los verdaderos problemas.
Sin embargo, no hay excusas para el PP y su líder. Posiblemente, van a disfrutar de tres legislaturas completas, o más, de gobierno democrático y pacífico, con la ventaja añadida de la coyuntura económica internacional. Con esa fortuna inapreciable, virtualmente sin oposición, y con un consenso social aún mayor de lo reflejado en las urnas, el PP debería afrontar la realidad, y dar vías de solución a largo plazo a los nacionalismos antiespañoles, al porvenir demográfico y migratorio, y a la definición de un modelo social y económico justo, viable y equilibrado como impone la Constitución. Ciertamente, hacerlo impondría tomar decisiones. Es más fácil seguir adelante a golpe de parches, echar balones fuera y dar una imagen mediática rentable a corto plazo. Pero José María Aznar no llegó a la Moncloa con ese mandato, y pronto o tarde el pueblo español y su propia conciencia se lo recordarán.
Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.