Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
Una vez más, la izquierda española no sabe qué hacer. Después de cuatro legislaturas más o menos triunfales, en las que agotaron algo de lo bueno y mucho de lo malo que sus propuestas implican, los socialistas y sus aliados llevan cinco años inermes ante el Gobierno del Partido Popular. El PSOE no tiene programa, no tiene personalidades que oponer al centro derecha y sobre todo carece de unidad interna. En buena media, que el PSOE mantenga un nivel electoral alto responde más a los errores del PP y a la obvia simpatía de ciertos medios de comunicación que a su capacidad de solucionar los problemas de la Nación.
El PSOE es hoy un partido de nostálgicos y reaccionarios, que añoran los buenos viejos tiempos de Felipe González y de los diez millones de votos, cuando sus mandamases gobernaron caciquilmente como si toda España fuese un solo emirato. Sólo en el pasado encuentran los líderes socialistas argumentos útiles para impedir la diáspora, y para justificar su propia existencia. Sólo en ese pasado, en fin, encuentran el apoyo comunista, progresista y separatista contra el Gobierno democrático de España.
En las últimas semanas hemos vuelto a asistir a una campaña a la que el PSOE nos tiene muy acostumbrados: un insólito clamor mediático se alza contra la toponomástica urbana de ciudades como Santander (nombres «franquistas» de calles, plazas e instituciones), contra la presencia de monumentos levantados en el régimen anterior a 1975, y a favor de una condena retroactiva del «golpe militar fascista» de 1936. El PNV se une con entusiasmo a la campaña, y tal vez intente condenar retroactivamente los manejos imperialistas de Suintila, don Pelayo, Fernán González, don Diego López de Haro, Espartero o el general Concha.
A la gente todo esto le trae sin cuidado. Francisco Franco murió en 1975, y de su régimen queda sólo el recuerdo. Los nombres de las calles y plazas, las estatuas y las obras públicas son recuerdos del pasado, del momento en que se levantaron, y es bueno dar a cada cual lo suyo. Salvo para los nostálgicos del PSOE, el partido revolucionario de 1934, partido marxista y hasta prosoviético en ciertos momentos, Franco y su régimen son sólo historia. Desde luego, el Partido Popular, democrático desde su origen y nacido en 1977, no tiene en su haber ni dictaduras, ni guerras civiles, ni represiones chequistas. Al Partido Popular le corresponde gobernar, y hacerlo sin dejarse chantajear ni embaucar por la demagogia cutre de un partido que, por su parte, aún no ha hecho examen de conciencia de sus ciento y pico años de presunta honradez.
Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de febrero de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.