Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de marzo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
El inefable comisario Fischler y sus colegas de la burocracia bruselense han vuelto a fracasar. No hay acuerdo de pesca entre la Unión Europea y España, por lo que una gran parte de la flota pesquera española seguirá amarrada, expulsada de sus milenarios caladeros marroquíes y saharauis. Probablemente el Gobierno español, de haber podido negociar en solitario, habría obtenido lo mismo, porque por una vez no se trata sólo de incapacidad negociadora, sino de un problema más profundo.
Marruecos es un país que crece en todos los sentidos. Aparte de su demografía, como es sabido mucho más dinámica que la nuestra, se está convirtiendo en un competidor económico en sectores sensibles, que frente a España tiene la ventaja de su mano de obra mucho más barata y crecientemente capacitada: es un caso claro de dumping social, al amparo de la enloquecida liberalización del comercio internacional.
Como país ex-colonial, Marruecos es un país nacionalista, que aspira a gestionar directamente sus recursos naturales, entre ellos la pesca. Históricamente, Marruecos ha vivido de espaldas al Atlántico, que era por el contrario el espacio vital de Portugal y Castilla; en parte por revancha y en parte por necesidad, nuestro vecino meridional quiere ser también una potencia marítima y pesquera.
En el fondo, la pesca no es más que una excusa: un acto de afirmación nacional. En términos macroeconómicos, la pesca en aquellas aguas puede ser compensada para España con una reestructuración del sector, que en cualquier caso debe modernizarse y hacerse verdaderamente competitivo con las grandes potencias pesqueras, como Japón y Noruega. Lo grave es que Marruecos ha cambiado. No tratamos ya con una monarquía subdesarrollada, sino con un vecino temible en todos los órdenes, que no va a desperdiciar ocasiones de arrebatar a España mercados y esferas de influencia.
Nosotros somos muy distintos. Mientras que a todo niño marroquí escolarizado se le enseña que Ceuta y Melilla son un residuo colonial y que Marruecos es una nación elegida por Dios para vencer a los enemigos de la fe, en nuestras Universidades se forman los grandes gestores españoles que están desmontando la industria española para llevarla al propio Marruecos. En el norte de Marruecos se encuentran ahora grandes fábricas españolas, que prefieren emplear magrebíes por salarios de miseria y que han huido de España: son bien conocidos los casos de Unicable en Tánger y de el servicio 1003 de Telefónica entre Tánger, Xauen y Casablanca.
Marruecos no nos quita nada que nuestros hombres de Estado y de empresa no estén previamente dispuestos a regalar. La pesca es un símbolo de lo que fuimos y ya no somos, de lo que Marruecos es y quiere ser. ¿Estamos dispuestos a reconocer la superioridad de un Estado adventicio, lleno de injusticias, con graves problemas de cohesión al Norte y al Sur? ¿O España sigue teniendo algo que ofrecer a aquellas gentes durante tanto tiempo cercanas?
Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de marzo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.