Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
El separatismo vasco ha vencido en las elecciones del 13 de mayo. La coalición PNV-EA ha obtenido seiscientos mil votos, bastante más del cuarenta por ciento de los sufragios, y supera en votantes y en escaños parlamentarios a la suma de PP-UA y PSOE. Como ha dicho Javier Arzallus, contando con el irreductible diez por ciento de votos y de parlamentarios batasunos, la Cámara autonómica de Vitoria tendrá una «mayoría absoluta nacionalista». Los nacionalistas crecen y son mayoría en las tres provincias vascas.
El Partido Popular, Unidad Alavesa y el Partido Socialista han fracasado, relativamente. Por primera vez desde 1975 había en el país Vasco posibilidades de alternancia política, y los vascos no la han escogido. Aunque Jaime Mayor Oreja ha logrado un escaño más de los que tenía, el PSOE ha perdido otro, y ambos partidos reducen su porcentaje de apoyo respecto a las elecciones generales de 2000.
Los partidos tendrán que analizar por qué se han producido estos resultados, cuya legitimidad, dada la altísima participación y la movilización general de ambos campos, no debería discutirse. La gente de la calle, dentro y fuera de aquella Comunidad Autónoma, se pregunta más bien cómo va a gobernar el PNV, con qué apoyos parlamentarios y sociales, y con qué programa.
Algo más de la mitad de los vascos han votado a partidos que defienden la autodeterminación y la independencia de su «Euskalherria» (es decir, no sólo de las tres provincias). Algunos, dentro del nacionalismo, pueden tener la tentación de considerar las elecciones del día 13 un plebiscito en torno a la cuestión de la soberanía, la llamada «construcción nacional». No es el caso. En realidad, se ha elegido una Cámara autonómica, regida por un Estatuto que es a su vez Ley Orgánica española y cuya existencia y competencias dependen de la Constitución de 1978. La Constitución «se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española» (art. 2), y aunque las opciones políticas nacionalistas son legales este principio no puede ponerse en discusión, y menos por unas elecciones administrativas. Y más aún: el mismo texto de la Carta Magna prevé el caso en el que los poderes autonómicos no cumplan «las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan», o actúen «de forma que atente gravemente al interés general de España» (art. 155). El jurista navarro Francisco Javier Octavio de Toledo ha recordado oportunamente las competencias del Gobierno de José María Aznar en caso de que alguien quiera hacer de las elecciones punto de partida de un proceso secesionista tipo pacto de Estella.
En una situación de este tipo, hace un siglo, un Gobierno español normalmente constituido habría actuado sólo con firmeza policial, empleando en su caso tres tipos de argumentos: Flandes, Garellano y Sicilia (que eran, y son los Regimientos de Infantería de guarnición en Vitoria, Bilbao y San Sebastián). Hoy las cosas son diferentes, y por eso el 14 de mayo es una jornada de esperanza, a pesar de todo. Además de los viejos recursos, que siguen existiendo y que los artículos 8 y 116 de la Constitución regulan democráticamente, el Gobierno de España tiene de su parte a la gente. El pueblo español sabe por abrumadora mayoría dónde está el problema y cómo se puede resolver. La intoxicación producida por décadas de educación y propaganda nacionalista, por décadas de clientelismo y chantaje separatistas, por décadas de acoso terrorista, no podía disolverse sólo con unos cuantos meses de libertad informativa y de campaña electoral. Los españoles saben que hay que exigir a Ibarreche y a su amo Arzallus libertad para todos los vascos, calidad y dignidad en la educación, imparcialidad en la Administración y en los medios de comunicación. La gente, casi todos los españoles y de entre ellos casi la mitad de los vascos, sabe que sólo con la movilización social y con el apoyo del Gobierno nacional terminará la enfermedad nacionalista y la infección etarra.
La esperanza radica en los miles de jóvenes movilizados por el PP en esta campaña, en las decenas de miles de votos conquistados, en el 20% de voto popular en Rentería, en el 30% de voto popular en Irún. Los políticos no pueden defraudar esta esperanza: el celo y la movilización deben redoblarse, hasta que Eta y el separatismo se extingan. En otro caso, sólo nos quedarán los viejos métodos del XIX. En el peor de los casos, el pueblo español está dispuesto a cualquier cosa antes que someterse a la amenaza ridícula de un nacionalismo trasnochado.
Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.