Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
Durante el siglo XX, en muchos sentidos, Italia ha precedido y guiado a España, a veces con acierto, otras veces con menos fortuna. En lo económico, lo político y cultural, así ha sido, guste o no guste. Tampoco era una novedad, porque culturalmente ya había sucedido lo mismo en siglos y milenios pasados.
El siglo XXI empieza con el signo cambiado: Silvio Berlusconi, vencedor de las elecciones del 13 de mayo, gobernante de la Italia de los próximos años, evoca el ejemplo del Partido Popular español en su programa electoral, la amistad de José María Aznar y su talante de dirigente, el modelo de nuestro actual gobierno en su doble tarea de aglutinar el centroderecha y de convertirlo en fuerza triunfalmente vencedora. No es pequeño el cumplido para Aznar y para todo el país, y hay que agradecerlo.
¿Qué hay de verdad en estas afirmaciones? Es difícil saberlo. La «travesía del desierto» de la derecha italiana no ha sido como la española. Los problemas institucionales y el pasado inmediato son muy diferentes como para poder despachar el asunto como un mero plagio del aznarismo. Hay que pensar que Italia no tiene un gobierno liberal – derechista desde al menos la Primera Guerra Mundial, y que la clase política de las dos coaliciones enfrentadas no está totalmente libre de complicidad con el régimen democristiano – comunista ahora desaparecido. Con el tiempo, veremos en qué queda el «aznarismo» de Berlusconi y sus aliados.
Más interesante, por menos recordado, es ahora otro asunto: en buena medida, el centroderecha italiano puede y debe compararse con el español. En principio, los parecidos son pocos: una coalición frente a un sólido partido; un liderazgo compartido frente a una hegemonía total de Aznar. Pero, en realidad, los parecidos son muchos. Berlusconi lidera un partido clásico de centroderecha liberal y democristiano. Junto a él, instrumento necesario de la victoria, con la ventaja de una sólida clase dirigente, los populistas postfascistas de Gianfranco Fini tienen un peso doctrinal y programático muy superior al electoral, como es lógico dada su coherencia comparativa. Más aún, la Liga Norte, antes separatista y ahora federalista, a la que antes de las elecciones se atribuía un papel esencial y un posible chantaje separatista, ha caido por debajo del 4%, con lo que un cierto regionalismo y liberalismo impregnarán el nuevo gobierno, pero sin riesgos para la unidad nacional. Es decir, que la coalición de Berlusconi agrupa las distintas «almas» del centro y la derecha, desde el liberalismo al populismo patriótico, pasando por democristianos, regionalistas, socialistas y fascistas.
¿No sucede lo mismo con el partido Popular? Con unos valores comunes, y dentro de un único partido, ¿no es cierto que hay en torno a José María Aznar varias «familias» de pensamiento, liberales, conservadoras, regionalistas, populistas? No tenemos en España una coalición, pero nadie puede negar los parecidos. Pues bien, es evidente que Berlusconi gobernará, al servicio del pueblo, desde su programa y los valores compartidos por sus socios, pero que tendrá que hacerlo contentando a todos sus socios. José maría Aznar tendría el mismo refrendo democrático si tuviese en cuenta abiertamente la realidad compleja del centro y la derecha españoles, sin marginar deliberadamente opciones, hombres e ideas que le han llevado al poder, y que tienen mucho que decir. Como va a tener que hacer Berlusconi, si quiere seguir muchos años en el poder.
Por Pascual Tamburri Bariain, 16 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.