Una identidad en la frontera del miedo

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

Navarra es hoy una pequeña Comunidad Autónoma uniprovincial, con apenas 10.000 kilómetros cuadrados y 500.000 habitantes. Es conocida como una de las Comunidades más ricas de España, y una de las más desarrolladas en educación, infraestructuras y bienestar social. Institucionalmente, Navarra es peculiar, ya que su régimen autonómico, más amplio que cualquiera de los restantes, deriva en parte de las leyes que en 1839 y 1841 adecuaron la tradición foral a la modernidad democrática, aspecto mantenido en la Constitución de 1978.

Sobre todo, Navarra es conocida por lo que no es. Navarra no es parte del País Vasco, pese a los cauces creados para hacer posible esa pertenencia, porque la historia nunca unió establemente las dos regiones, y porque los navarros nunca han querido perder su autonomía, ni desde luego tener una soberanía diferente de la emanada del conjunto del pueblo español. Muchas veces, antes y después de 1978, los navarros han tenido que escuchar los cantos de sirena, las tentadoras ofertas y las ásperas amenazas del nacionalismo vasco. Nunca han caído en la tentación, y nunca se han arriesgado en aventuras que no sienten como propias.

Navarra tiene una personalidad propia, singular y única, nacida en la historia, forjada en la Reconquista, consolidada en su voluntaria incorporación a la Corona de España. Los navarros, como los vascos pero nunca confundidos con ellos, han participado en todos los grandes momentos de la vida nacional española. Nadie puede considerar esa identidad como una mera variante o un matiz de la hipotética «nación» vasca.

La verdad es que los navarros lo tienen muy claro. Tras un periodo de desconcierto inevitable, desde la transición Navarra tiene dos grandes fuerzas políticas, el centro-derecha de Unión del Pueblo Navarro y la izquierda de. PSOE – Partido Socialista de Navarra. El Partido Popular tuvo el acierto, y la caballerosidad, de integrar su rama regional en UPN, que ha pasado a convertirse, así, en la mayoría natural de Navarra. Aunque una escisión personalista, ambigua e inexplicable dividió UPN dando lugar a la aparición de una fuerza localista, la Convergencia de Demócratas Navarros de Juan Cruz Alli, UPN ha recuperado con creces el terreno perdido. Es el partido mayoritario en todas las comarcas, progresista en lo social y baluarte declarado de la identidad colectiva. El PSOE navarro no tiene horizontes políticos, e incluso existe en él una minoritaria corriente pronacionalista. Los nacionalistas propiamente dichos, en cambio, aunque pocos, muestran en Navarra gran cohesión y un vigor cultural, social y juvenil desproporcionado si se considera su ridícula fuerza electoral. Es el clásico caso de una minoría totalitaria, anexionista y con un referente externo y armado: el binomio PNV – ETA, el binomio del terror.

La defensa de la voluntad de los navarros, de la identidad de Navarra y de la unidad nacional española descansa pues en Unión del Pueblo Navarro, en sus dirigentes y en sus afiliados. No se pueden ocultar los méritos y sacrificios de unos y de otros, que son por cierto en beneficio del interés general de España. Tampoco sería justo que Navarra y su Gobierno obtuviesen gracias a esto competencias y prerrogativas más allá de lo ya previsto, o que esa férrea lealtad se pueda de alguna manera capitalizar en una reforma foralista de la Ley de Estabilidad Presupuestaria que ahora se discute, o en el nuevo Convenio Económico que en breve ha de tramitarse. Los hombres y mujeres del PP y de UPN saben qué quieren los navarros, y cuáles son los límites entre el fuero y el huevo.

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de mayo de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.