Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
El Partido Laborista Británico venció en las elecciones del jueves 7 de junio. Todas las encuestas pronosticaban una gran victoria laborista, y por una vez las encuestas se han cumplido. Anthony Blair es el único primer ministro laborista, hasta el momento, que ha vencido en dos elecciones generales consecutivas. Su liderazgo de la izquierda parece ampliamente confirmado, mientras que los conservadores de Hague, derrotados, volverán a debatir su futuro en la oposición.
Sin embargo, Hague ha obtenido mejores resultados que los esperados, y los laboristas no amplían, contra lo previsto, su mayoría parlamentaria. Los liberales – socialdemócratas, por el contrario, se ven de nuevo penalizados por el sistema electoral mayoritario, y no consiguen su sueño de rebasar a los tories. La gran vencedora es, en todo caso, la abstención, ya que los políticos no han conseguido despertar el interes del pueblo, y en algunos casos, como en los distritos rurales, ha habido una abstención activa como protesta por la desastrosa política agrícola y ganadera de todos los partidos.
Blair ha vencido con un programa centrista, de puro liberalismo económico, aunque ya no se habla tanto de Giddens y su «tercera vía»: el laborismo es hoy, aparte de venerables reliquias marxistas, un partido extremadamente moderado y que no se compromete en temas espinosos. No en vano durante años se proclamó en España la amistad entre Blair y José María Aznar. Blair ha vencido prometiendo más gasto social (quien conozca las escuelas y hospitales públicos ingleses dará fe de esta necesedad), y menos impuestos (en la línea de Jordi Sevilla y, oh sorpresa, de Margaret Thatcher: no en vano el Times dijo que Blair es el único conservador que podía ganar las elecciones).
Pero Blair ha callado en cuestiones esenciales para los británicos: las ciudades, proletarizadas y saturadas de inmigración, se hacen invivibles; el campo se está abandonando rápidamente; el país no puede aplazar más su decisión entre la opción europea y la dependencia estadounidense. En esos temas, y en las reformas institucionales, Blair demostrará si merece la confianza popular que su buena imagen le ha hecho ganar.
Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.