«Derechos históricos»: la clave del problema

Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

Dicen los nuevos caciques batasunos que, puesto que los derechos no son renunciables, su meta no es un referendum por la independencia de Euskal Herria, sino la independencia en sí misma. Afirman, mano a mano Otegi y Permach, que el reconocimiento por España de la «soberanía originaria» vasca sería la victoria final del nacionalismo; nacionalismo que, para ellos, no tiene que identificarse con una determinada fuerza o tendencia política, de derechas o de izquierdas, sino con el conjunto de todos los que buscan la independencia nacional vasca.

Por una vez hay que darles la razón. Si España admitiese en cualquier momento la existencia de un pueblo vasco sujeto no sólo de derechos y deberes peculiares, sino además portador de una soberanía vasca primigenia (los llamados «derechos históricos»), se habría negado la razón de ser de España como nación y como Estado, para dejarla reducida a una mera y circunstancial confederación de naciones, pueblos y regiones.

Es importante recordar que en este tema, el tema central del debate político que los batasunos plantean, no hay nacionalistas más o menos radicales, sino que se enfrentan dos posiciones netas e incompatibles: el nacionalismo, en todas sus variantes, afirma que Euskal Herria es una nación, que fue un Estado soberano antes que España, incorporado a ésta por la fuerza, el engaño o la voluntad de algunos vascos, pero en todo caso sin perder sus originarios atributos soberanos, simbólicamente conservados en los fueros. Frente al nacionalismo, quienes afirmamos que el País Vasco y Navarra son España desde que existen, de modo que sin ellos no sería tal nación, al margen de su articulación política; y quienes decimos, con la vista puesta en la realidad histórica y jurídica, que los fueros nada tienen que ver con la soberanía, ni con la existencia de un fantasmagórico Estado vasco medieval.

Fueros, «iura propria», derechos peculiares individuales y colectivos, privilegios, los hubo durante todo el Antiguo Régimen en toda la Europa cristiana. Cada familia, cada grupo social, cada ciudad, cada región, tendió a poner por escrito sus normas jurídicas públicas y privadas, respaldadas, concedidas y confirmadas por el soberano de turno. Pero estos privilegios, que se derivan de la «honor» regia medieval, y que nada tienen que ver con soberanías de clase alguna, eran incompatibles con las libertades públicas nacidas al calor del constitucionalismo, ya que son otras tantas negaciones de la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Fueros tuvo Vizcaya, y Guipúzcoa, y Navarra, y Álava, y dentro de ellas tuvieron fuero las villas y ciudades, y otro fuero los infanzones, y las comunidades campesinas, y los burgueses venidos de Francia; y fuero tuvo Sepúlveda, y Gijón, y Cuenca, y … Las libertades públicas terminaron con la desigualdad, el privilegio y la discriminación inherentes a este sistema; pero la absurda pretensión de convertir esto en bandera separatista es posterior.

Lo cierto es que las provincias vascas y Navarra, al calor de las guerras carlistas, conservaron una parte de sus privilegios forales, la parte financiera y tributaria. Esta injusta reliquia jurídica interesaba a sus oligarquías sociales en el XIX, pero nadie pensaba en derivar de ella una soberanía que nunca había existido, y que de haber existido sólo sería parte de la única soberanía nacional española. Considerar los fueros como premisa de unos «derechos históricos soberanos» es una operación intelectualmente deleznable que Sabino Arana llevó a cabo y que sus herederos recogen hoy.

Otegi es la avanzadilla del nacionalismo vasco. Las últimas elecciones demostraron claramente que un referendum por la autodeterminación / independencia no podría vencerse en las tres provincias; y confirmaron que de incluirse Navarra, Treviño y el ensueño vascofrancés el ridículo nacionalista sería espantoso. Por eso el nacionalismo, todo él, va a trabajar a dos velocidades. A largo plazo, se reforzará la presión cultural y educativa, para mejorar en las nuevas generaciones la penetración de la entelequia sabiniana. Para conservar opciones a corto plazo, se insistirá en los «derechos históricos», no como camino hacia un referendum, sino como paso hacia la independencia directa, obtenida a punta de metralleta. Que nadie se llame a engaño: más que nunca Ajuria Enea y Sabin Etxea comparten esta estrategia con los batasunos y los etarras. Y el primer paso para derrotarlos es denunciar sus mentiras y a la quinta columna que desde el resto de España las aplaude.

Por Pascual Tamburri Bariain, 27 de junio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.