¿Vuelve la corrupción?

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de julio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

El esfuerzo mediático de los enemigos del Gobierno va dando lentamente sus frutos. Pequeños y medianos casos de malas prácticas administrativas, de amistades equívocas, de compromisos más o menos confusos, salen a la luz con bien meditada parsimonia. Parecen administrados sabiamente para remedar en la opinión pública el clima de sospecha y de corrupción general que se impuso en los últimos años del gobierno felipista, y que impulsó a José María Aznar a la Moncloa. Los profesionales de Prisa, en especial, merecen un aplauso por su maestría técnica, que trasluce ahora menos que en 1996 y 1997 la vanidad herida de quienes se creyeron propietarios perpetuos del Estado.

Y la verdad, algunas de las incorrecciones que revelan son bastante creíbles, y medianamente graves, lo que sin duda ha hecho pensar al Presidente del Gobierno. En algunos casos, incluso dudosos, incluso claramente menores y hasta inexistentes, el aparato del Partido Popular ha exigido, impuesto y obtenido renuncias y dimisiones, para que los problemas personales no dañen al Gobierno. Se trata, sin más de la aplicación de la doctrina de las responsabilidades políticas que José María Aznar predicó desde la oposición.

Podría criticarse esta política por su dureza y su inflexibilidad. De hecho, es dura e inflexible, sobre todo cuando se ha aplicado a técnicos y a cargos políticos de nivel bajo o medio. Y no habría nada más que decir todo el asunto, salvo por una evidente cuestión de equidad y justicia.

Un Gobierno que tiene en su seno a José Piqué, defraudador confeso a la Hacienda del Estado pero sobre todo gestor cuando menos desafortunado de un asunto multimillonario como Ertoil; un Gobierno que tiene como ministro a Jaime Matas, cuya capacidad política tiende a parecer equivalente a su incensurabilidad financiera; un Gobierno en el que ha estado Eduardo Serra a la misma mesa que Abel Matutes, no puede permitirse ser puritano. O rigor draconiano para todos, o sensata ponderación para todos: lo de más resulta, amén de injusto, muy parecido al felipismo y muy peligroso en términos políticos.

Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de julio de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.