Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
Javier Madrazo es un hombre de sacristía. No se ha revelado aún a la opinión pública si la cabeza visible del comunismo vasco – de uno de los comunismos vascos, diríamos mejor – estudió en un seminario; pero es seguro que ha pasado una parte sustancial de su vida bajo las haldas del inefable clero vascongado. Aún hoy sigue vinculado a los movimientos de cristianos de base, y algo en él delata la meliflua huella de una larga convivencia con los compañeros de sacerdocio del padre Arzallus.
El candidato a lehendakari por IU-EB afirmó en 1998, ante la tregua nacional-terrorista, que el «texto de Estella está en plena sintonía con el pacto de Ajuria Enea», y que «en todo proceso de paz siempre ha habido sectores resistentes, y esos sectores hoy los representan el PP y el PSOE, que espero que se den cuenta del clamor de la sociedad vasca, que quiere la paz». Algunos muertos después, el antiguo militante católico demostró de nuevo su impenitente y seráfica ingenuidad, al acusar a los partidos democráticos y afirmar que «ahora es cuando tenemos que ver si verdaderamente en ETA han madurado las cosas y se han dado cuenta de que el tiempo de la violencia ha tocado a su fin y hay que abrir paso a una solución en términos políticos». Madrazo es un compañero de viaje del separatismo, en cuyo entorno participó en el grupo presuntamente pacifista «Gesto por la Paz de Euskalherria».
¿Es sólo ingenuidad o incapacidad política? Hay mucho más. Para Madrazo y la mayoría de los comunistas vascos, la «normalización y pacificación de Euskadi» no excluye la autodeterminación, de la que son partidarios. Por supuesto que muchos militantes de IU, incluso al más alto nivel, tienen una opinión bien distinta. Pero Madrazo ha llevado a IU al poder, y no va a caer de su posición hasta que sean más evidentes las consecuencias negativas de su politiqueo. Además, Madrazo encarna las aspiraciones e ideas de una parte importante de la izquierda española, la que es aún hoy hostil o por lo menos ajena a la convivencia nacional.
El ansia de poder por un lado y el desprecio a la idea de España por otro hacían de partida posible un acuerdo contra natura entre los herederos de Lenin y los ultraderechistas del PNV. Madrazo, con un pie en cada lado y la vista puesta en un improbable internacionalismo proletario, lo ha culminado. Demasiadas gentes de izquierdas, dentro y fuera de IU, siguen creyendo que España es un invento franquista, y que no puede negarse «reconocimiento pleno del derecho de autodeterminación y su ejercicio efectivo». Madrazo, con su aire despistado de monaguillo hipócrita, no está solo: no todas las izquierdas son leales a la Nación y a la Constitución, pese a que originariamente ambos son valores izquierdistas. Por ignorancia, por odio a España y por intereses mezquinos, una cierta izquierda pone en cuestión la unidad nacional. Si no saben rectificar a tiempo, pueden encontrarse de frente al pueblo español.
Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.