Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
La máquina militar estadounidense está en marcha. Aparte de las simbólicas movilizaciones de reservistas y del reclutamiento de voluntarios – sólo serán útiles en caso de un conflicto terrestre -, las Fuerzas Armadas de aquel país están dispuestas a un ciclo de operaciones largo en la zona del golfo Pérsico y el mar de Arabia. El objetivo es Afganistán, pero la cosa no quedará ahí.
¿Es la guerra? Habrá muertos y heridos, bombardeos y sufrimiento, justas represalias y daños colaterales. Pero técnicamente no es, aún, una guerra. No se ha declarado formalmente la guerra, simplemente se ignora la soberanía de los países que se supone que albergan terroristas. No hay unos objetivos bélicos claros, definidos y alcanzables. La lucha es política y de imagen, se va a retransmitir por televisión e internet, y ninguno de los dos bandos es homogéneo.
Estados Unidos lidera una coalición internacional, que siente como propia la amenaza terrorista. Fuera de ella, aunque no siempre contra ella, otros países se benefician de terrorismo, lo promueven, o simplemente no se sienten amenazados.
¿Cómo será la paz? La comunidad internacional tiene muchas opciones ante sí. Estados Unidos puede sentir la tentación de abolir las fronteras y las soberanías, creando una policía mundial y una única jurisdicción política y penal. Pero si el verdadero objetivo es derrotar el terrorismo – que no sólo es musulmán -, sería preferible reforzar los poderes de los Estados nacionales, y la coordinación entre ellos. Así no sólo se debelará la amenaza del terror, sino que se eludirá una de sus causas.
Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.