Unidad ante la crisis

Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

El mundo civilizado está ante el abismo. No sabemos qué nos depararán los próximos días y semanas, ni exactamente dónde nos llevarán los acontecimientos internacionales. George Bush ha elegido una estrategia sin duda adecuada para sus intereses políticos, y probablemente adecuada para su país, pero el mundo entero y su destino dependen ahora de las palabras y de las decisiones de un solo hombre.

El rumbo de la política y de las armas americanas, y el alcance de la crisis, están aún por definir. Lo único seguro es que contemplamos la mayor crisis política y militar desde 1945. Nada está garantizado, mucho de lo que damos por sentado puede ponerse en discusión en plazos de tiempo brevísimos que no podemos controlar. Nuestra única opción, como españoles, es que el país tenga una sola voz y una sola voluntad ante el mundo, para que los intereses de todos se defiendan en cuanto sea posible.

Aunque no a todos guste, José María Aznar gobierna España en este momento crucial. Poner en discusión su liderazgo o sus decisiones, precisamente ahora, roza la traición. Tiempo habrá de valorar el carisma, las capacidades y las elecciones del presidente; tiempo habrá de juzgar a quien haya delinquido desde el poder, en los últimos años, más o menos cerca de la Moncloa. Y que ese juicio sea implacable, hasta draconiano si se quiere, si debe ser así. Pero no es el momento de abrir fisuras en el Gobierno, en la Administración, en el Parlamento, en cualquier órgano del Estado o de los partidos con responsabilidades ejecutivas. España necesita estar unida – económicamente, políticamente, nacionalmente – ante las amenazas exteriores e interiores, inmediatas y acuciantes.

Unidad económica, por supuesto. Una recesión evidente, prevista tal vez pero no con esta contundencia y gravedad, pone en riesgo mucho de lo conseguido por el PP. El país debe mostrar una ejemplar solidaridad interna, y si es preciso deberá castigarse con una legislación especial a los pescadores en aguas revueltas, a quienes hagan su agosto con las tribulaciones de todos. La economía especulativa ha mostrado su verdadero y cruel rostro: España necesita defender su economía productiva. No hay guerra exterior, pero sí estamos en una situación similar en lo económico.

Unidad política, sin duda. Las querellas de partido son para los tiempos de normalidad. Las gescarteras deben ser erradicadas con la máxima energía – no vista hasta ahora-; pero haría mejor el señor Caldera en dejar quieta la lengua dentro de la boca, por caridad de Patria y por respeto al diccionario.

Y unidad nacional, por encima de todo. España tiene sus propios bin ladens, y sus propios y complacientes talibanes; los tiene en el Norte, desempeñando magistraturas públicas contra el interés general, matando y causando el terror; los tiene entre la población inmigrante, trufada de fundamentalistas, de agentes extranjeros y de potenciales terroristas. Todo lo que se haga por anular su capacidad ofensiva y por hacerlos inofensivos para la convivencia democrática es poco.

Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de septiembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.