Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de octubre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
Donostia, por mejor y más antiguo nombre San Sebastián, es una ciudad pacífica. Una ciudad burguesa, turística y rica, de gente afable e industriosa, alérgica a cualquier radicalismo en tiempos de paz y de normalidad. Una ciudad que, sin embargo, en tres sangrientos decenios, se ha convertido en un símbolo de todo lo contrario, y también en un barómetro de las inquietudes de los vascos.
Es posible que Odón Elorza hubiese sido un buen alcalde de San Sebastián durante la Regencia de María Cristina, un simpático edil de la capital-balneario, un buen presidente de alguna sociedad gastronómica, o incluso un líder prominente del partido mayoritario de la oposición. Pero a Odón Elorza le ha tocado vivir en un tiempo difícil para los tibios y los inseguros.
El Partido Socialista es en el País Vasco y en Navarra una fuerza política de ámbito nacional, fiel a la Constitución, y defensora de la unidad nacional española. Los votos en aquellas Comunidades no se reparten según el esquema normal de izquierda y derecha, sino según la aceptación o el rechazo de las patrañas separatistas. Y el Partido Socialista decidió, hace ya más de veinte años, que su lugar estaba frente al nacionalismo de la ETA marxista y del PNV clerical y ultraderechista. Gracias a esa elección, el PSOE es hoy la segunda fuerza política en Navarra y la tercera en el País Vasco: sus votantes son y quieren seguir siendo españoles.
Pero el socialismo vasco no es uniforme, y ni siquiera está unido como partido. Una poderosa tendencia ha criticado durante estos años la orientación estratégica, y ha defendido un acercamiento al nacionalismo vasco. Curiosamente, alardeando de progresismo y de izquierdismo, una parte del PSOE está permanentemente dispuesta a volverse a aliar con el nacionalismo y su propuesta de paz basada en la aceptación de los deseos de ETA.
El pobre Odón Elorza es uno de éstos. El alcalde de San Sebastián (que lo fue gracias a los votos del PP), además de apoyar la conferencia nacionalista de paz de Elkarri, afirma que tiene que cambiar el proyecto político del PSE y los nombres para llevarlo adelante. Él y otros ilusos como él creen que el enemigo es el PP, y que con el PNV tendrán más influencia en la sociedad vasca. Un error completo, si es un error.
Si Elorza y sus socialistas-nacionalistas, en Navarra y en el País Vasco, actuasen de buena fe, serían dignos de conmiseración. Decenas de miles de vascos y navarros que, por considerarse de izquierdas, votan al PSOE, no votarían al mismo partido si ofreciese como solución al terrorismo la autodeterminación y la sumisión a ETA. Por ese camino, el PSOE puede ganar tal vez la simpatía del PNV, que en determinados juegos de poder podría interesar a Ferraz; puede ganar incluso un puesto en el gobierno vasco. Y poco más. Pero los elorzas no actúan de buena fe: desde la Transición es sabido que en el socialismo hay personas dispuestas a todo por medrar políticamente, y que creen no deber ninguna lealtad a España.
Por Pascual Tamburri Bariain, 10 de octubre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.