Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de octubre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.
«En tiempo de paz, nada conviene al hombre tanto como la modestia tranquila y la humildad. Pero, cuando la tempestad de la guerra sopla en nuestros oídos, nos es preciso imitar la acción del tigre, poner en tensión nuestros nervios, hacer llamamiento a nuestra sangre, disimular el noble carácter bajo una máscara de furia y de rasgos crueles. Así, pues, dotad a vuestros ojos de una terrible mirada; que vigilen a través de las troneras de la cabeza como cañones de bronce; que las cejas los dominen tan tremendamente como una roca minada domina y aplasta su corroída base socavada por el océano salvaje y devastador.»
William Shakespeare describe en su Enrique V las eternas necesidades de la guerra: ante la batalla, lo accesorio se pospone, lo secundario se aplaza y los matices se deben olvidar. Importa sólo la victoria. España está en guerra, y esa guerra debe vencerse. El enemigo es el terrorismo; no es un enemigo reciente, porque la guerra empezó en 1968, y no es un enemigo débil, porque tiene gran experiencia y muchos frentes de lucha.
Es un secreto a voces: el Gobierno está dando todos los pasos necesarios para poner fuera de la Ley Batasuna, el instrumento político de Eta. La verdad es que Batasuna nació y ha crecido al margen de cualquier legalidad, y su ilegalización ni sorprendería ni levantaría gran oposición, fuera de la inevitable, nacida al amparo de las otras ramas del nacionalismo. España puede contribuir a la lucha internacional contra el terrorismo, y puede ver en ella la oportunidad de debelar al enemigo interior. El pueblo español aplaudiría sin duda la decisión.
A fuer de sinceros, no todas las noticias son buenas en ese frente. Por un lado, la decisión de una lucha total contra el separatismo se ha tomado en terribles circunstancias exteriores, cuando un Gobierno fuerte podría haberla adoptado mucho antes. Por otro, no es seguro que los estrategas españoles de la lucha contra el terrorismo sean conscientes de sus complicaciones. Ilegalizar Batasuna puede ser útil sólo si se trata de combatir el nacionalismo en todos los demás frentes. Una mayor presión policial, o ilegalizar Batasuna, son medidas correctas, pero no suficientes para vencer.
Para nosotros, generaciones todas ya nacidas con el cine y crecidas con la televisión, la mirada del guerrero es la mirada de John Wayne, mirada terrible y lungimirante, aunque desprovista de odio. No hay que odiar a los vascos, ni siquiera a los nacionalistas vascos: hay que extirpar el nacionalismo vasco y su consecuencia, el terrorismo. Para lograrlo, hay que cerrar todos los cauces de acción nacionalista, desde el militar-policial al político, pasando por los aspectos culturales, informativos, sociales, económicos e ideológicos, tan a menudo olvidados. Habría que buscar también un camino digno para devolver a la convivencia nacional a lo que de sano haya entre la militancia nacionalista. Ilegalizar Batasuna ha de ser la decisión más meditada y radical del Gobierno Aznar; todas las fuerzas de la nación deberían movilizarse para gestionar esa eventualidad, evitando un nuevo fiasco y muchos pasos inútiles. De lo contrario, es mejor dejar las cosas como están, porque la ilegalización de Batasuna, fuera de ese plan de guerra, sería contraproducente. El pueblo espera de sus gobernantes una mirada clara y una decisión firme.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de octubre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.