Juventud: la España olvidada

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de diciembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.

Más de dos tercios de los menores de 25 años consumen alcohol en exceso y han probado varios tipos de drogas.

La cultura del fin de semana supone un cambio social: el ocio es el centro de la vida juvenil.

El sentido comunitario y la vocación de servicio público subsisten sólo en grupos marginales: jóvenes católicos, militantes políticos, algunas ONG’s.

Los jóvenes se aburren. Todas las encuestas coinciden en señalar esa misma inquietud. Los españoles entre 12 y 25 años podrán ser, como presumen los vasallos de Felipe González «la generación mejor formada de la historia de España», pero son, con seguridad, la generación que menos alicientes encuentra en la vida ordinaria.

El sociólogo Domingo Comas, en un estudio elaborado para el Instituto de la Juventud, afirma que los adolescentes sienten un hastío vital que les hace desear romper con todo. Aproximadamente un 85% de los españoles de 14, 15 ó 16 años, dependiendo de las regiones, viven de lunes a jueves pensando en el ocio del fin de semana. En las horas nocturnas que van del viernes por la tarde al domingo por la mañana se concentran las ilusiones, las esperanzas y los deseos de los futuros votantes.

Vida nocturna, y vida de riesgo. A los 15 años un adolescente medio de 2001 ha experimentado cosas que su abuelo no llegó jamás ni a sospechar. Raramente se proponen a los jóvenes retos, desafíos ni compromisos que lleguen a la mayoría de este sector social. Por el descenso de la natalidad, el joven es mimado y tolerado por el mundo adulto. No hay ni límites ni modelos para los adolescentes de hoy, que son alcohólicos, fumadores, consumidores de drogas y adictos al sexo indiscriminado a menor edad y en mayor proporción que cualquier generación anterior.

No se trata del tradicional choque entre generaciones. Los adultos jóvenes tienen el mismo esquema de valores que sus hermanos menores (riqueza, placer, renuncia a la responsabilidad), a los que miman, comprenden y apoyan. Los muchachos y muchachas que llenan nuestras discotecas no son una consecuencia indeseada e imprevisible del crecimiento económico de los últimos años, sino la expresión sincera, juvenil y radical de una sociedad que se define sin pudor como hedonista y materialista.

La juventud es consecuente y honesta: lleva hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas de sus mayores, que además pretenden vivir una eterna adolescencia. España padece un complejo nacional de Peter Pan, cifrado en la negativa individual a asumir obligaciones. Los españoles jóvenes forman menos hogares, tienen menos hijos y pagan menos impuestos que la media europea. A cambio, emplean más dinero más tiempo proporcionalmente en su propia diversión.

El sociólogo Javier Elzo afirma que las consecuencias de la industria del ocio, entendida por muchos niños y jóvenes como la única razón de sus vidas, son imprevisibles. Al mercado no le importa demasiado el futuro, y ha interesado crear un tipo humano juvenil sin interés por el porvenir, sin más interés que el desahogo del fin de semana basado en el consumo.

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de diciembre de 2001.
Publicado en El Semanal Digital.