Intolerable injerencia de Cossiga

Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de marzo de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

El ex presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga, recibió el martes pasado oficialmente a una delegación de Batasuna, compuesta por Arnaldo Otegui y Joseba Álvarez. Los etarras le presentaron la «propuesta de paz» elaborada por su partido.

Según Arnaldo Otegui, «hemos podido hablar largo y tendido sobre la situación actual de Euskal Herria y, además, le hemos solicitado que asumiera algunos compromisos y él nos ha hecho a nosotros la misma propuesta». En este sentido, el portavoz de la Mesa Nacional de Batasuna subrayó que es preciso mantener «un alto grado de discreción sobre el contenido de la entrevista que tuvo la delegación abertzale con Cossiga».

Por una vez Otegui no mintió, al decir que «todos sabemos que Cossiga es una persona que ha adquirido grandes compromisos en relación con el conflicto que vive Euskal Herria». Cossiga es un referente de la Democracia Cristiana, con una estrecha relación con el PNV, y se ha ofrecido en varias ocasiones como «mediador» en el «conflicto vasco». Tales son sus referencias, tal es su muy notorio «compromiso».

Francesco Cossiga es un político frustrado por permanecer lejos del poder, fracasado en su momento como Ministro del Interior ante el terrorismo (las Brigadas Rojas secuestraron y asesinaron a Aldo Moro durante su mandato). Su afán de notoriedad no conoce límites. Ignorado y marginado por la opinión pública democrática de su país, busca en España y en los problemas del pueblo español una excusa para seguir siendo alguien en el escenario internacional.

Cossiga tiene ante la historia un único mérito relevante, que es haber contribuido, como Presidente de la República, a desmontar el viejo sistema corrupto y partitocrático. El pueblo italiano, sin embargo, en las sucesivas elecciones, no ha apreciado sus méritos, y ha relegado a Cossiga y a sus escasos partidarios a la pura marginalidad. Cossiga no representa nada ni a nadie, más que a sí mismo y a los oscuros intereses democristianos que, desde alguna recóndita sacristía, buscan legitimar la política del PNV.

La visita de los etarras a Milán no deja de ser un anuncio más del nuevo pacto de Estella hacia el que caminan unidos toda la izquierda y todo el nacionalismo. Si Cossiga recibe a Otegui es como deferencia hacia el igualmente clerical Arzallus. Si Cossiga reaparece en el tablero de ajedrez vascongado, tengamos por seguro que volveremos a oir hablar de negociaciones, treguas y mediaciones.

¿Mediador entre quién? ¿Mediador de qué? Cuando dos naciones están en guerra puede haber una mediación para llegar a un armisticio y a una paz. Cuando un grupo de delincuentes viola las leyes con la esperanza de subvertir el régimen político y de romper la unidad nacional no cabe mediación alguna. ¿Alguien ha propuesto, por ejemplo, enviar a Adolfo Suárez para que medie entre el Gobierno de Silvio Berlusconi y los clanes mafiosos?

Quien no tiene culpa en este desatino es el actual Gobierno italiano. Ya en una ocasión Cossiga entregó el poder a la izquierda, por resentimiento contra una derecha a la que pertenece pero a la que odia por no haberle elegido como líder. Sin duda, Berlusconi, Fini y los propios Casini y Bossi, que no han recibido de Cossiga más que desprecios y gestos de hostilidad, apoyarían cualquier medida simbólica que José María Aznar quiera tomar.

En casos como el de Cossiga un país libre y soberano tiene muchos medios de mostrar su descontento. En atención a la cortesía europea tal vez no pueda prohibírsele la entrada en territorio español; pero en nombre de esa misma cortesía puede exigírsele respeto por las instituciones nacionales, por la verdad histórica y por la simple legalidad democrática.

No es Cossiga el único huésped proclive al separatismo que España ha tolerado hasta ahora. Ha llegado la hora de poner a cada uno en su lugar. En la España del siglo XXI no hay sitio para Bonafini, ni para Pérez Esquivel, ni para europarlamentarios extravagantes, ni para expresidentes jubilados de otros países. A menos que, decididamente, reconozcan sus errores pasados y la radical naturaleza antidemocrática y cuasiterrorista de todo separatismo antiespañol.

Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de marzo de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.