Eta es sólo parte del problema

Por Pascual Tamburri Bariain, 1 de mayo de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Eta se enfrenta a su fin casi cierto. Las detenciones de colaboradores y militantes (cada vez más jóvenes y menos capaces), la aprehensión de material de guerra y de documentación interna, y sobre todo el evidente deterioro de su red financiera preparan la ilegalización de Batasuna. Si políticamente éste fuese el único sostén de Eta, podría decirse que el terrorismo agoniza. Con suerte y contundencia policial, Eta podría quedar en un año a un par de docenas de bandidos, capaces de matar pero impotentes para dirigir la vida de la sociedad.

Sin embargo, Batasuna no es, y nunca ha sido, el único pivote político de la banda armada. Eta, con Batasuna y con otras numerosas organizaciones sectoriales que también deberán quedar ilegalizadas, constituye el pomposamente llamado MLNV (movimiento de liberación nacional vasco); y este MLNV no es más que la punta del iceberg, el brazo activo de un organismo político mucho más amplio y poderoso: el nacionalismo vasco.

Eta es sin duda un grave problema para la convivencia nacional española. Acabar con Eta es una obligación para cualquier gobernante español celoso de su deber; y hay que decir en mérito de José María Aznar y demérito de sus predecesores que, disponiendo de los mismos medios institucionales y policiales, Aznar ha decidido hacer lo que Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González pudieron pero no quisieron hacer.

Tal vez porque Aznar, a diferencia de ellos, ha sabido colocar algunos temas de Estado por encima del interés político. ¡Ojalá todos los asuntos fuesen tratados con la seriedad que ha merecido el problema etarra!

Pero el problema no se limita a Eta. Imaginemos un escenario ideal: Batasuna ilegalizada y su red social pulverizada; sus empresas, infraestructuras y bienes controlados por el Estado; Eta, privada de medios y de apoyos organizados. ¿Dejaría Eta de matar? ¿Dejaría el nacionalismo de hipotecar, por la violencia y el chantaje, la vida pública del país? ¿Dejarían los politiquillos de vista miope y cortos vuelos de especular sobre los cadáveres de las víctimas y sobre el futuro de la Patria?

Lamentablemente estamos seguros de que no. El PNV insuflará oxígeno en el nacionalismo más radical, cuya herencia electoral espera recibir después de tan buenos servicios mutuamente prestados. Arzallus está preparando una nueva tregua-trampa. El PSOE está dispuesto a lo que sea con tal de volver a la Moncloa, incluso si ese «lo que sea» supone pactar con el PNV, ceder a la presión nacionalista y aceptar por hipótesis la independencia euskadiana, previo aplastamiento de Navarra. Y Eta planeará sobre todo este «proceso de paz» social-nacionalista, amenazando con volver a matar si es que en algún momento deja de hacerlo.

Todo tiene remedio, y hay amplias vías para la esperanza en Navarra y el País Vasco. El nacionalismo está en retroceso social. El PSOE, si elige el camino equivocado, puede pasar a la marginalidad. Y el peso del futuro, en lo político, va a recaer antes o después en una generación joven que, en su parte más sana, se sabe española y europea, ignorando la demencia sabiniana. Eta va a desaparecer, si Aznar quiere y si la mezquindad de Ferraz, la perfidia de Sabin Etxea y el egoísmo de los políticos profesionales no lo impiden.

Por Pascual Tamburri Bariain, 1 de mayo de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.