La Nación española decide su futuro en el País Vasco

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Se acercan semanas decisivas, aptas sólo para hombres de Estado y no para políticos profesionales

El nacionalismo vasco juega todas sus cartas este verano. Con la inminente ilegalización de Batasuna sale a la luz la unidad del mundo nacionalista. Frente a la ofensiva anunciada hacia la independencia se hace necesaria una respuesta popular, nacional y solidaria. Junto a los jueces, junto a los hombres y mujeres de los Cuerpos e Institutos armados, el independentismo debe ser combatido por el pueblo español en su conjunto. Los políticos timoratos y de cortos vuelos harán mejor en callar durante un tiempo.

¿Estamos preparados para la gran prueba?

Todo hace pensar que los próximos meses, y tal vez las próximas semanas, serán decisivos para el futuro de España como nación. Nación libre, soberana y unida, nación variada en sus formas cuanto se quiera; pero nación en la que no hay lugar para proyectos disgregadores basados en la mentira, el maquiavelismo de sacristía, el marxismo totalitario, el silencio cómplice, el miedo y la muerte.

Los pasos dados en los últimos días por los poderes del Estado (el juez Baltasar Garzón puso en marcha el embargo de los bienes de Batasuna, José María Aznar va a desencadenar el mecanismo de la Ley de Partidos) no son apresurados. En realidad llegan, como dijo Ángel Acebes, mil muertos tarde y veinte años tarde. Más vale tarde que nunca. Pero no es ésta una operación en la que quepan improvisaciones: el Gobierno y quienes en este terreno lo respaldan deben saber bien a quién se enfrentan, qué respuestas va a encontrar, con qué aliados cuentan y cuáles son los resultados posibles. Sólo así se podrá explicar la situación al pueblo español y pedir a todos la cooperación necesaria.

Frente al Gobierno y frente a todo lo que signifique España está el nacionalismo vasco. No nos engañemos: todo el nacionalismo vasco, con el discreto apoyo de otros separatismos periféricos y con la embarazosa pero necesaria alianza comunista, forma un solo bloque en defensa de Batasuna y de Eta. El día 12 de junio, inmediatamente antes del debate parlamentario sobre el estado de la Nación, en Vitoria la cámara vasca celebrará un pleno sobre el autogobierno. Batasuna se ha mostrado dispuesta a un acuerdo sobre autogobierno entre nacionalistas. La unidad nacionalista ·no se reduce a tutelar en todos los sentidos al brazo político del terrorismo, sino que consiste, ya, en un calendario y en un proyecto institucional hacia la independencia.

En todos los medios vasquistas se da por «finiquitado el actual modelo autonómico». En esa posición está el enemigo a batir. Ignorarlo supondría negarse a vencer.

Frente a la ilegalización de Batasuna y a la derrota de Eta ¿qué va a hacer ese nacionalismo, férreamente unido? No puede descartarse que el PNV y EA rompan de hecho la legalidad vigente. No reconocer la ilegalidad de HB, amparar a sus delincuentes, no aceptar los límites del actual marco estatutario, emplear los medios del gobierno autonómico en un proceso acelerado de independencia y de «construcción estatal» son otras tantas violaciones de la Ley. Mientras tanto, en la calle, no hay duda de que Eta y Batasuna, al menos, van a intentar acrecentar el desorden, el miedo y el dolor, como ya está sucediendo en Pamplona con motivo de las fiestas de San Fermín. El nacionalismo puede romper la baraja con la que se juega desde 1978.

¿Está solo el Gobierno del PP? Demasiado a menudo parece que sí. De repente, José Luis Rodríguez Zapatero ha descubierto las mieles de la oposición, en la triste ilusión de que Méndez y Fidalgo pueden llevarle a la Moncloa. El PSOE corre el riesgo de faltar a sus obligaciones institucionales de hoy, arrullado por los ensueños electorales de 2003 y 2004. Sería grave, pero lamentablemente todo parece posible. El secretario socialista busca ahora un aberante equilibrio entre PP y separatismo, como si el anhelado «centro» consistiese en una media aritmética entre la verdad y la mentira.

El PSOE dice cada día una cosa diferente, atento sólo a los sondeos. Y si hemos de guiarnos por la actitud de los secretarios generales vasco y navarro (Patxi López y José Luis Lizarbe), las cosas son preocupantes: ambos están razonando en función de las elecciones municipales de la próxima primavera, y de hipotéticas cuotas de poder, aunque los dos conocen muy bien la situación límite que sus propios militantes y votantes viven cada día. Tal vez sea hora de que dentro del PSOE alguien explique a la «nueva generación» de líderes cómo se actúa en situaciones de crisis.

Porque de crisis se trata. Crisis nacional, sin precedentes en décadas. Aunque en este caso el PP está demostrando una talla incomparablemente más lucida, tampoco estaría de más recordar a las distintas «familias» populares que sería preferible no utilizar el tema vasco y el problema de la unidad nacional en debates de pasillo. Al margen de lo que digan las encuestas y de las simpatías personales, la situación no puede ni debe redundar en beneficios de imagen para ninguno de los candidatos a suceder a Aznar. Aunque sea el democristiano Jaime Mayor Oreja y aunque éste tenga apoyos tan centradamente significativos como el del duque de Suárez. Adolfo Suárez entiende bien el problema vasco, porque muchas de las decisiones que se están demostrando erróneas se tomaron durante su gobierno. Tal vez su silencio sea más conveniente que sus opiniones. Es más: si el tema vasco no está resuelto o encauzado en 2003 será la ocasión de pedir, como se ha hecho desde este Semanal, que José María Aznar, por razones de Estado y de servicio al pueblo español, permanezca en su puesto.

La gravedad de lo que suceda en el futuro más inmediato depende más de los nacionalistas que de la previsión del Gobierno. José María Aznar ya ha anunciado sus pasos más inmediatos, y ahora ha de actuar Javier Arzallus, con sus legiones de fieles, sus aliados armados y desarmados, sus mercenarios de la izquierda y la extrema izquierda, sus submarinos miñonescos y maragallescos diseminados por doquier y sus pintorescas legiones extranjeras de cossigas y esquiveles.

Ahora bien, en Moncloa y en Génova han de pensar en lo peor. Si después no se llega a una situación extrema será motivo de general alegría, pero todo ha de estar dispuesto para una ruptura radical de la convivencia civil. Si el batasuno Antón Morcillo ha anunciado su apoyo al PNV si «da por agotado este marco y va a la búsqueda de uno nuevo», será porque ya no hay diferencias entre nacionalistas vascos. Si hay que pedir pronto sacrificios al pueblo español, será necesario explicarle la verdad y darle los medios materiales y morales para defender la verdad y la justicia.

Por Pascual Tamburri Bariain, 8 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.