Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
Los acontecimientos de los últimos días no dejan lugar a dudas. Como se ha venido anunciando desde el Semanal Digital durante casi dos años, el nacionalismo vasco es un bloque compacto. No hay nacionalistas «buenos» y «malos», «radicales» y «moderados». Todos los nacionalistas son independentistas, y sólo difieren en el camino a la independencia y en qué hacer después de la independencia.
El gobierno vasco, con el apoyo de Batasuna, ha planteado un ultimátum a José María Aznar: o en dos meses se les entregan las competencias que desean y reclaman, o las asumirán unilateralmente. Esa violación de la legalidad constitucional es una aplicación del principio soberanista. En dos meses, autodeterminación o conflicto abierto.
Dos meses. No por casualidad, son también dos meses los que requiere el procedimiento de ilegalización de Batasuna. Sin Batasuna y sin Eta, el nacionalismo sabe que pierde una de sus principales bazas. De ahí las premuras, de ahí la recobrada unidad estellesa, de ahí el acelerón independentista. Tras veinticinco años de colonización social, económica y cultural desde las instituciones, el nacionalismo cree que ha llegado la hora. Una generación entera se ha formado en la mentira. El nacionalismo se siente fuerte para intentarlo.
En estas circunstancias no debe haber fisuras entre los defensores de la Nación española, única patria de vascos y navarros. Si el debate sobre el estado de la Nación va a ser ocasión de lucha fratricida entre socialistas y populares, que se suspenda. Si algún político siente la tentación de anteponer su carrera a su deber, que dimita y se aparte.
José María Aznar puede gustar más o menos, su política general puede gustar más o menos, pero en este caso el hombre del destino. España entera debe estar con él. Sus decisiones, difíciles en este día trascendental, deben tener el respaldo de todos. Si su pulso tiembla o su coraje flaquea, la responsabilidad entera ha de recaer en él, pues por lo demás ha de sentir en torno a sí la firme decisión de cuarenta millones de españoles.
Vascos y navarros no pueden esperar. Ni dos meses, ni un día. Su vida, su libertad y su identidad, hoy, están en peligro. Llegará el momento de depurar responsabilidades, de saber y juzgar cómo y por qué se ha podido llegar a esta situación. Pero lo que los españoles y las españolas de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra piden a sus gobernantes, desde este momento, es una defensa cerrada, sin reparar en medios ni en sutilezas, de la unidad nacional.
Y más aún: esa defensa no ha de limitarse al problema acuciante del independentismo, ni al problema político del nacionalismo, sino que ha de llegar a la raíz del problema. Han de ponerse los medios también para que se evapore la falacia sabiniana de una identidad nacional vasca distinta de la española.
Por Pascual Tamburri Bariain, 9 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.