Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
El Patronato del Archivo General de la Guerra Civil ha decidido mantener la integridad y unidad del Archivo. Así, los fondos catalanes o relacionados con Cataluña permanecerán en Salamanca, donde se depositan las fuentes documentales imprescindibles para el estudio histórico científico de la guerra española de 1936 – 1939.
La Generalidad catalana considera que los documentos del período republicano y bélico deberían devolverse a su teórico archivo de origen, disolviendo de hecho el Archivo de Salamanca. En su caso, los documentos del gobierno autónomo catalán y de los partidos políticos catalanes habrían de remitirse al Archivo Nacional de Cataluña
La actitud de CiU, que en esto cuenta con el apoyo de los socialistas y de los republicanos, es técnicamente injustificada, y responde a unos planteamientos políticos ajenos a la realidad del siglo XXI y encastillados en un muy peculiar revanchismo bélico.
Cualquier archivero profesional, así como cualquier historiador de oficio, sabe que el principio fundamental de la archivística es la preservación de la unidad y estructura de los fondos. Y esto no por capricho, sino para hacer posible su investigación y para garantizar su conservación.
El Archivo de Salamanca es el resultado de la guerra: disueltas las organizaciones políticas del Frente Popular, anuladas las instituciones de la república, encausados los hombres y mujeres que dirigieron unas y otras, esa documentación perdió su orden original y su sentido genuino, para adquirir otro. Restaurar el primitivo estado de cosas es imposible. Mantener el actual es la única manera de permitir la investigación, fin primordial del Archivo.
La cuestión era técnicamente clara desde un buen principio. El retraso en tomar la decisión, y hasta el mismo hecho de configurar el archivo de Salamanca como un Archivo General dentro del sistema nacional de archivos (su estatuto original era de Sección del Archivo Histórico Nacional), responde a problemas políticos y a la timidez con la que se han resuelto éstos.
Los nacionalistas catalanes reivindican su continuidad respecto de las instituciones y partidos disueltos en 1936 – 1939. Los nacionalistas, no sólo catalanes, cifran aún, a más de sesenta años de distancia, una parte de su retórica política en la secular opresión sufrida a manos del pueblo español. Y más concretamente en la «derrota nacional» de 1939.
Todo lo cual no sólo revela un mensaje político apolillado y extemporáneo, sino también una profunda ignorancia de los hechos. Hecho: las instituciones y partidos cuya documentación se conserva en Salamanca eran parte del entramado estatal español de la Segunda República. Hecho: esos fondos, en Derecho, pertenecen al Estado español. Hecho: la guerra de 1936 fue civil, no internacional; unas inexistentes «naciones» catalana y vasca no se enfrentaron al «fascismo» español, sino que la guerra enfrentó a vascos con vascos y a catalanes con catalanes, aunque la retórica nacionalista no quiera admitirlo.
Ignasi Guardáns i Cambó es portavoz de CiU en 2002. La militancia franquista de don Francesc Cambó en aquella guerra es la mejor prueba de que el victimismo nacionalista carece de fundamento. Ninguna concesión a las lamentelas: unidad del archivo.
Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de julio de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.