Más Estado, más seguridad, más libertad

Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Las bandas internacionales de delincuentes campan por sus respetos en España. Al más alto nivel, las grandes redes de tráficos ilegales (droga, sexo, armas, esclavos) operan cada vez más desde nuestro país. A nivel de la calle, la población inmigrante, entrada legal o ilegalmente, es objetivamente protagonista de una inseguridad ciudadana creciente.

La gente lo sabe. A ningún habitante de nuestras ciudades y pueblos le resulta extraña la idea, porque en la mente de todos se asocian dos fenómenos que han crecido a la vez, que han tenido las mismas complicidades y que tienen unos mismos beneficiarios: la apertura de España a la globalización y el aumento a todos los niveles de la delincuencia y del malestar.

La globalización se ha concretado, en nuestro caso, en fronteras más permeables, mercados más abiertos, controles menos rigurosos, extranjeros siempre bienvenidos, prioridad absoluta al crecimiento económico. Consecuencia de esos cambios y de esa prioridad, la delincuencia, la inseguridad, la preocupación de la gente normal, que en nada se beneficia y en mucho sale perjudicada.

Un Estado más débil, menos presente, tímido al actuar o sin medios para hacerlo: un Estado hecho a la medida de los poderosos, de los grupos financieros transnacionales y de los pujantes grupos españoles del mismo cariz; un Estado cortado a la medida de las grandes mafias, de los grandes y pequeños delincuentes, que se encuentran a gusto en nuestro país, que han hallado en él una excelente base operativa. Un Estado inútil para la gente de la calle.

No se trata de defender ahora un Estado más caro ni más intervencionista. La cuestión es, en principio, muy sencilla. Los hombres que dirigen esta comunidad nacional, España, han de lograr que el Estado cumpla su fin primero y primario: garantizar la vida, la paz y la seguridad de sus ciudadanos honestos. Si para garantizar ese mínimo hay que restringir los derechos de los extranjeros o limitar los contactos con países extranjeros, hágase. Un Estado más eficaz en su cometido medular.

La alternativa es el caos. Colombia es, hoy, el paradigma de un Estado liberal acomplejado y en descomposición. En Colombia la inseguridad ha llegado al extremo de tener que asegurar cada ciudadano y cada familia su propia supervivencia. En Colombia, a fuer de permisivismo, no hay Estado, y no hay libertad. En España, toda concesión a la delincuencia nacional o internacional, a los intereses privados ilegítimos y a las maniobras separatistas o extranjeras, nos acerca un poco más al caos colombiano.

Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.