Las consecuencias del miedo

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Hay miedo. Eta mata y está en condiciones de seguir haciéndolo. Es más, es seguro que va a seguir haciéndolo, si hemos de creer a Arnaldo otegui, que de estas cosas sabe bastante. Los servidores del Estado y sus familias, los cargos políticos y las suyas, los periodistas, los viandantes, los turistas y los españoles en general están amenazados de muerte. Todos, aunque en diferentes grados.

Pero el miedo tiene más causas. El nacionalismo vasco, incluso sin armas, atemoriza a sus enemigos políticos. La presión social, la violencia de baja intensidad, la incesante propaganda, el martilleo cultural, la perversión de las instituciones son otros tantos factores de miedo. Eta y Batasuna pueden quitar la vida, pero el nacionalismo se ha mostrado capaz, además, de privar de alegría y libertad a las vidas de cientos de miles de vascos y navarros.

Miedo y libertad son incompatibles. La libertad que la Constitución y las leyes consagran no existe en gran parte de Navarra y del País Vasco. La gente normal no puede expresar libremente sus ideas, no puede desplazarse libremente, no goza de libertad para la vida cotidiana. Políticamente, de hecho, tampoco hay libertad, y en las comarcas de mayor preponderancia nacionalista no hay democracia.

El miedo es posible porque los nacionalistas, con sus cómplices, jaleadores y tontos útiles, han empleado la democracia formal para destruir desde las instituciones la libertad real. Así, hoy por hoy, democracia electoral y libertad efectiva se presentan como realidades contradictorias.

La libertad es premisa necesaria de una democracia real. Tal vez, en este caso, para vencer el miedo y restablecer la libertad, puede ser necesario suspender temporalmente las apariencias democráticas. Al norte del Ebro la democracia es a menudo sólo una ficción útil para el nacionalismo secesionista. Si ha de ser una realidad, hay que quitar el oxígeno al separatismo asesino. Ese oxígeno es el miedo, y dura ya demasiado tiempo.

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de agosto de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.