ONU: cumplir o no cumplir las resoluciones

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de septiembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Estados Unidos y sus aliados, entre ellos España, se disponen a atacar a Irak. Objetivo declarado de la guerra es un cambio de régimen en el país mesopotámico, para imponer un régimen democrático que cumpla las resoluciones de Naciones Unidas que afectan al desarme. Objetivo plenamente legítimo, desde el punto de vista del Derecho Internacional, si la propia ONU decide imponer por la fuerza tales resoluciones.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la vieja Sociedad de Naciones fracasó en garantizar la seguridad colectiva. Sus decisiones carecieron de fuerza vinculante, y pecaron de depender siempre de los intereses de las grandes potencias occidentales. Al nacer la ONU en 1946 se trató de solucionar tales defectos, dotando a la ONU y sus miembros de auténticos poderes políticos y militares para defender un cierto orden internacional.

Es en ese sentido en el que cabe comprender, aplaudir y apoyar la política estadounidense respecto a Irak. Con ciertas condiciones evidentes: que quede demostrada la gravedad e inminencia de la amenaza irakí, que la violación por Sadam Husein de las resoluciones de la ONU sea innegable, y que el uso de la fuerza contra él sea proporcional a la amenaza y en todo caso autorizado y organizado por la misma ONU.

Hay otra condición que España puede y debe exponer a sus aliados, como nación directamente relacionada con el mundo árabe y musulmán. Si la violación de las resoluciones de la ONU es motivo de sanciones, guerra y cambio político, no pueden aplicarse dos pesos y dos medidas. Marruecos vive fuera de la legalidad internacional, y las resoluciones de la ONU respecto al Sahara son hoy papel mojado sin que nadie haya sancionado a Rabat. Veintinueve resoluciones «graves y solemnes» de la ONU obligan a Israel a retirarse a sus fronteras de 1967 y a dar lugar a un estado palestino, sin que nadie se haya planteado que la ONU bombardee Tel Aviv.

Lo cierto es que, aun admitiendo que la ONU posea la legitimidad internacional, Estados Unidos posee la fuerza. Y Washington tiene la tentación de usar la fuerza, en nombre de la ONU o no, en defensa de sí mismo y de sus aliados más estrechos. Se prepara así un nuevo escenario internacional, en el que los viejos países, como España, y los jóvenes proyectos, como Europa, habrán de contar con instrumentos propios y poderosos de política exterior si quieren contar en el mundo. La ONU ya no basta.

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de septiembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.