Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
El nacionalismo vasco es minoritario en Navarra. Más que minoritario, es cuantitativamente ridículo y cualitativamente deleznable. Esto en términos objetivos y políticos. En términos estratégicos (la «política a largo plazo» que los políticos profesionales desprecian alegremente en ocasiones) las cosas cambian.
El nacionalismo vasco es, en efecto, una opción sin sustento lógico, sin apoyo social mayoritario y sin legitimidad política democrática. Pero es, y no desde hace poco, la única opción política que en navarra dedica tiempo, recursos y atención a los asuntos cruciales en la programación del futuro del país: educación, cultura, juventud, municipalismo.
Estos cuatro campos no carecen, por supuesto, de exponentes no nacionalistas, que suelen ser además los más brillantes y conocidos. Pero los nacionalistas, a diferencia de todos sus rivales reales o posibles, actúan con metas prefijadas, con un diseño único, con un objetivo bien definido: construir de la nada una navarra nacionalista, con una identidad nacionalista y, en un futuro, con una mayoría nacionalista.
En el desarrollo de ese plan, en la consecución de sus objetivos intermedios, no han encontrado hasta hoy ningún obstáculo consciente. Los partidos políticos y organizaciones sociales, las mismas instituciones, han aceptado al nacionalismo en la vida ordinaria como si fuese una opción más. Y no lo es.
Si un grupo de padres funda un colegio privado, ejerce una opción legítima, y tiene derecho a ejercer su libertad e incluso a recibir subvenciones públicas. Pero si se trata de fundar una ikastola nacionalista, esas subvenciones públicas serán utilizadas con certeza en la formación de los niños y jóvenes en el odio a España. Con el dinero de todos los contribuyentes. Si un grupo de jóvenes funda un club de montañeros, realiza una actividad respetable y muy meritoria en estos tiempos de desorden. Pero si esos jóvenes son nacionalistas, el club servirá para encuadrar militantemente a la juventud, para adoctrinarla y para luchar contra las instituciones. Las mismas instituciones que lo subvencionan.
El nacionalismo, en Navarra, trabaja con un horizonte más lejano que el de Ibarretxe. Ha de tenerse bien presente. Si no se hace así, los daños serán pronto irreparables. Y se harán muy evidentes en breve.
Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.