Estatuto vasco: veinticinco años sin libertad

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

Se cumple un cuarto de siglo del régimen autonómico en el País Vasco. Es, para los españoles, hora de hacer balance. El Estatuto de Guernica, ligado a la Transición democrática, es una de las claves de la política actual. Hay demasiados intereses, demasiado dolor y demasiados muertos ligados a él y a su desarrollo como para dejar pasar la ocasión de reflexionar.

1977 no fue un año fácil para España. Adolfo Suárez, inspirado por el Rey, trataba de construir un consenso amplio sobre la monarquía parlamentaria y democrática en que había de transformarse el Estado. La izquierda parecía tentada en buena medida aún por proyectos soviéticos y liberticidas. Los nacionalismos periféricos deseaban abiertamente la destrucción de España. Ni unos ni otros mostraban lealtad alguna a la nación, a su proyecto democrático o a su raigambre histórica.

Sin embargo, Suárez necesitaba a su lado, en la democratización del país, a las izquierdas y a los separatistas. Y su partido, Unión de Centro Democrático, en amplia mayoría parlamentaria, hizo amplias concesiones a tales rivales políticos en el intento de realizar en paz la Transición.

En el caso vasco, las concesiones fueron muchas. Con la autonomía, el nuevo ente regional venía a conseguir cuotas de autogobierno que ninguna otra región europea podía siquiera soñar. Podía haber sido bastante, pero los hombres de Adolfo Suárez hicieron aún más en su intento de seducir al PNV. El reconocimiento de los derechos históricos, confuso y mal planteado, aunque constitucionalmente nada significaba, permitía al PNV dejar abierta una lejana puerta a la autodeterminación.

Pese a todo, el PNV se permitió el desplante de no votar la Constitución. Pero las concesiones quedaban hechas. A tres décadas de distancia, hay que reconocer la clarividencia de los hombres y mujeres de Alianza Popular, que avisaron de los riesgos implícitos en el Estatuto. La derecha democrática de AP no votó el Estatuto de Guernica por esta razón, avisando además de qué iba a suceder. UCD permitió que el PNV, sin haber votado la Constitución, se hiciese una autonomía a su medida.

Ahora es evidente cuál era la intención estratégica del PNV en 1977: aprovechar la autonomía para adoctrinar al pueblo vasco y para crear socialmente y administrativamente las condiciones de una independencia de facto. Después, en el momento oportuno, buscar esa independencia, incluso a través de las rendijas indebidamente dejadas en la Constitución.

Un cuarto de siglo después, José María Aznar está en posición de impedir que Javier Arzallus desarrolle su plan. Al mismo tiempo, su Gobierno puede remediar los errores cometidos por el equipo de Adolfo Suárez. El propio Íñigo Cavero ha pedido recientemente una reforma constitucional en este sentido. Es una victoria para la vieja AP, y puede ser el principio del fin para el separatismo antiespañol.

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.