Éxito y fracaso de la ONU

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.

La superpotencia americana ha cambiado de rumbo. Al menos, esta semana, el presidente George Bush ha aceptado la idea de que, en caso de cumplir las resoluciones de las Naciones Unidas y de someterse a los límites previstos en armamento y en política exterior, Irak no será atacado militarmente por los Estados Unidos y sus aliados.

Es un reconocimiento de la labor de la ONU. También, sobre todo, es un gesto de sensatez, pues Estados Unidos ha fracasado en convencer al mundo de que Sadam Hussein represente una amenaza global e inminente. El propio Sadam, una vez más, ha jugado hábilmente sus cartas, empleando a un tiempo sus amistades occidentales, sus alianzas regionales y su control absoluto de la situación interna irakí. Irak ha aceptado las inspecciones exigidas por Estados Unidos, y, sin duda presionado por las sanciones, se adaptará por el momento a las exigencias de la comunidad internacional.

La ONU ha tenido éxito. Unas sanciones progresivamente humanizadas, una negociación firme pero no intransigente y unas exigencias aceptables han hecho posible que se evite una guerra cruel y de impredecibles resultados. La guerra no interesa a nadie, realmente, o a casi nadie.

Pero la ONU no siempre tiene éxito. Mucho más graves y más antiguas que en el caso de Irak son las violaciones israelíes de la legalidad internacional. ¿Qué diríamos si Sadam Husein poseyese armas atómicas, bacteriológicas y químicas? ¿Y si hubiese mantenido guerras recientes con todos sus vecinos? ¿Si mantuviese ocupado Kuwait? ¿Si realizase operaciones terroristas en el extranjero con sus propios agentes? ¿Si violase sistemáticamente los derechos humanos de una parte de la población civil? Sin duda, Irak estaría sometido a sanciones de la ONU. De hecho ya lo está, por mucho menos que eso. Y seguramente habría sido invadido por tropas internacionales.

El Derecho Internacional no es Derecho, sino correlación de fuerzas. Israel puede hacer lo que Irak o Serbia no pueden hacer. Es una cuestión de realismo político: enojarse por ello, como aún hace cierta izquierda, o negar lo evidente, como hace cierta derecha, es infantil. España, si quiere jugar su propio papel y defender sus propios intereses, ha de tener en cuenta estos hechos. La ONU lo sabe bien.

Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.