Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
En el Antiguo Régimen, los países eran gobernados por una familia. Las viejas monarquías no eran en realidad monocráticas, sino el producto a través de las generaciones de una sucesión familiar. Buenos o malos, válidos o menos válidos, los reyes se sucedían según nos mecanismos que, aunque no garantizaban el gobierno de los mejores, sí evitaban traumas sucesorios. A rey muerto, rey puesto.
El liberalismo liquidó a todos los niveles, excepto en la Jefatura del Estado, estos automatismos sucesorios. En la doctrina del Nuevo Régimen, el gobernante efectivo ha de responder a ciertos requisitos objetivos: el más capaz, elegido por los ciudadanos más cualificados (la tesis liberal); o el más popular, elegido por todos los ciudadanos (la tesis democrática). Los países constitucionales, como España, suelen ser hoy en variadas dosis liberales y democráticos. Formalmente, nada tienen que ver con el sistema absolutista.
Sin embargo, en España se arrastra hace años una polémica de viejo cuño sobre la sucesión de José María Aznar. El presidente anunció que no se presentaría a la reelección salvo para evitar una grave crisis nacional que aún, aparentemente, no se ha producido. En consecuencia, en el partido mayoritario empezó una carrera sucesoria en la que, sin duda, será decisiva la opinión del propio Aznar. No cabe pensar que el PP elija un sucesor que no sea del agrado del causante.
Es legítimo que Aznar no desee repetir en la Moncloa. Esto ya no se discute. Y es legítimo que en el PP haya varios candidatos interesados en suceder a Aznar. Pero es tiempo de recordar un elemental principio democrático: los puestos no pueden cubrirse, en la vida pública moderna, teniendo en cuenta solamente consideraciones de partido en lugar del carácter o de la idoneidad de los candidatos. Los españoles exigen y merecen un espectáculo mejor que el dado por el PP en estos años pasados y el previsible en los meses por venir. Por respeto a la libertad, a la democracia y al mismo pueblo, el PP debe resolver la cuestión d modo rápido y no traumático.
Es más: si las circunstancias lo imponen y el pueblo lo reclama, pueden darse los requisitos para que el sucesor de Aznar sea el mismo Aznar. Atención: no porque Aznar sea el mejor candidato del PP frente a un PSOE supuestamente en alza; eso es lo de menos. Si lega el caso, habría de ser porque Aznar, en ciertos aspectos, sería el candidato más eficaz que PP y PSOE pueden presentar en defensa de la vida y de la libertad de España y de los españoles.
Por Pascual Tamburri Bariain, 28 de octubre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.