Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
La reciente cumbre UE-Rusia, celebrada en Bruselas, ha dejado pendientes las diferencias de opinión sobre Chechenia entre ambos socios. La Unión Europea y el presidente Vladimir Putin han acordado sin embargo un plan común para luchar contra el terrorismo y para impulsar el intercambio de información. Estos acuerdos se enmarcan en una creciente cooperación a todos los niveles, paralela a la ampliación oriental de la Unión Europea.
Chechenia es en apariencia un obstáculo, dada la discrepancia de puntos de vista. Europa, contra algunas opiniones interesadas, no toleraría una ruptura de la unidad nacional rusa, y menos en beneficio de una minoría musulmana trufada de integrismo y habituada al terrorismo. Europa trata únicamente de que Rusia respete los derechos humanos en la resolución del asunto checheno, cuya duración es ya intolerable para todos.
En todos los demás aspectos, el acuerdo Europa – Rusia conviene a ambas partes y parece inevitable. El añejo y espinoso problema de Prusia podría resolverse en breve, por ejemplo. El distrito ruso de Kaliningrado, coincidente con el Norte de Prusia Oriental, con la capital Königsberg, quedará incluido en territorio europeo al ingresar en la UE Polonia y Lituania. A partir del 1 de enero de 2003 Lituania aplicará de forma «flexible» la normativa de control de fronteras, y desde el 1 de julio de ese mismo año se repartirá «un documento de tránsito simplificado» entre todas las personas que necesiten un permiso para viajar entre Rusia y este enclave suyo. La cooperación consular y la lógica demográfica y económica harán el resto: Kaliningrado podrá ser una ventana de Rusia a Occidente, y un primer paso de Moscú hacia la UE.
La polémica desatada por las declaraciones de Valéry Giscard d’Estaing sobre la distancia insalvable entre Turquía y Europa afecta también a Turquía. Rusia, como Turquía, sólo en parte es europea si atendemos a la Geografía Física. Pero Giscard hablaba de Geografía Humana, y en ese terreno es muy cierto que un ruso de Vladivostok es por su origen, por su cultura y por su vocación esencialmente europeo, mientras que un turco de Constantinopla es por definición ajeno a Europa. Rusia es Europa, y en una lenta convergencia residen muchas esperanzas para unos y para otros. De la mano de Europa, Rusia podrá recuperar las décadas perdidas. De la mano de Rusia, Europa podría adquirir la independencia moral de que carece. Y además será un buen negocio para todos.
Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.