Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de diciembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.
El martes es Nochebuena. España, país católico culturalmente sin dudas, y país más creyente de cuanto se suele reconocer, vive una fecha de recogimiento familiar. Fecha de buenos deseos y de buenos propósitos, fecha de calor y de paz que deseamos para todos. Pero esta noche no es igual para todos los españoles.
En las costas del Cantábrico. Los hombres y mujeres de la mar y de la milicia, junto a los mejores y más generosos de aquellos jóvenes voluntarios de toda España, se preparan para afrontar mañana una nueva marea negra. No es una noche de paz para las víctimas del Prestige, ni para los que trabajan en la limpieza.
En las calles y caminos del País Vasco y de Navarra. Escoltas, policías, guardias civiles y militares arriesgan esta noche sus vidas por salvar las de otros, y por defender algo más importante aún: el honor y la unidad de España. Decenas de miles de ciudadanos se acuestan esta noche sin saber si será su última noche, en unas provincias en las que no hay libertad y no hay democracia. No es una noche de paz para vascos y navarros.
En el corazón de las ciudades. Las Fuerzas de Seguridad tratarán de impedir un ulterior crecimiento de la delincuencia, en una sociedad en la que los crímenes se multiplican y la inseguridad es angustiosa. Para que los ciudadanos puedan reunirse con sus familias sin temer asaltos, atracos, robos y violaciones, muchos han renunciado a esta noche de paz.
En las costas del Sur. Los traficantes de droga y de esclavos no descansan esta noche, y los hombres y mujeres al servicio del Estado velan para que la nación vea respetada su integridad por los piratas y por sus belicosos vecinos meridionales. En Ceuta, en Melilla, en el Estrecho, no es una noche de paz.
En los mares y tierras más lejanos. Los tres Ejércitos tienen contingentes dispersos por el mundo, del Índico a Afganistán, de Kósovo a Bosnia. A menudo rodeados de insidias, de incomprensión y de enemigos. Lejos, muy lejos de sus seres queridos, pero al servicio del pueblo y del Estado, bajo una bandera que han jurado defender. Para ellos tampoco es una noche de paz.
Cuando, en lo más profundo de la noche, disfrutemos de la paz y de la comodidad de nuestros hogares, pensemos también en aquellos que protegen nuestra libertad y nuestro bienestar. Y hagamos que nuestros políticos, en lo sucesivo, hagan fructificar el esfuerzo de tantos héroes anónimos, poniendo paz y justicia donde hay miedo y dolor.
Por Pascual Tamburri Bariain, 20 de diciembre de 2002.
Publicado en El Semanal Digital.