Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de febrero de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Es sabido que el futuro inmediato del nacionalismo vasco y de su terrorismo pasa por Álava y por Navarra. Sin Álava y sin al menos una esperanza de tener Navarra el plan independentista de Ibarreche será inviable. No es una conjetura ni un análisis de gabinete: es la decisión irme de las gentes de Batasuna, empezando por Arnaldo Otegui. El «ámbito vasco de decisión» es el precio que el mundo de Eta pide por secundar los proyectos de Arzallus.
Al margen de qué pase en Vitoria, siempre nos quedará Navarra, piensan los optimistas. Y el optimismo está bien justificado por la estructura social navarra y por el pasado más inmediato: los navarros jamás han dado más de un 15% de votos al nacionalismo, y dentro de la abrumadora mayoría españolista Unión del Pueblo Navarro, de acuerdo con el PP, estaría al borde de la mayoría absoluta. Democráticamente, pues, no hay dudas de que el nacionalismo jamás tendrá pacíficamente Navarra.
Las últimas jornadas, sin embargo, han traído vientos nuevos a las fláccidas velas del nacionalismo vasco en Navarra. No por méritos propios, aunque parece ultimado un acuerdo general del nacionalismo sobre un programa de mínimos. Sobre todo, desgraciadamente, por deméritos ajenos.
La pasada huelga general, la crisis del Prestige y el movimiento antibelicista no ayudan en nada ni al españolismo en general ni a UPN en particular. Una mayoría absoluta que rompa el actual bloqueo técnico de las instituciones navarras parece cada vez más difícil, aunque no imposible. Por otro lado, el distanciamiento de UPN respecto del PP en la cuestión de Irak no augura nada bueno. Y por si fuese poco la enfermedad del presidente del Gobierno de Navarra, como la de su vicepresidente, reabren la cuestión para algunos analistas. Miguel Sanz y Rafael Gurrea no son insustituibles, pero su sustitución en este momento plantea riesgos inaceptables.
Un riesgo sobre todo de que el PSOE navarro, que sin duda nunca vencerá en las urnas, trame un gobierno de coalición con los nacionalistas y con los comunistas para desbancar a los populares. 2003 puede asistir al retorno al poder de los herederos de Urralburu, Otano y Roldán. ¿A qué precio? Al de ver a Patxi Zabaleta de consejero de Educación y Cultura en Pamplona. Y lo que vendría después. UPN debe reaccionar. Y el PSOE no puede ser tan irresponsable como ha aparentado ser hasta ahora. Las consecuencias serían imprevisibles.
Por Pascual Tamburri Bariain, 17 de febrero de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.