¿Y si triunfa el órdago nacionalista?

Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de abril de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

El nacionalismo, que miente, conspira y mata, no debe ser tomado a broma. En la ruta hacia la independencia, Ibarretxe quiere un Gobierno socialista y débil. Por algo será.

De Las Palmas a Gerona y de Almería a La Coruña, pocas opciones políticas están dando lugar a tantos chistes como el nacionalismo vasco. Su ideología, tan singular, sus resabios de racismo, su obcecación en mitos objetivamente ridículos, todo ello es causa de hilaridad, sólo contenida por las muertes que el nacionalismo sigue provocando. La iniciativa independentista de Ibarretxe, con todo su folklore y su ridícula acogida por el público del resto de España ha sido una causa más de risas y de sonrisas. Realmente el último nacionalismo étnico, decimonónico y clerical merece todo eso y mucho más.

Pero el nacionalismo, que miente, conspira y mata, no debe ser tomado a broma. No, porque ya era ridículo y risible en tiempos de los hermanos Arana, y sin embargo ha formado a generaciones de vascos y de navarros en su mentira. No, porque decenas de miles de españoles han muerto ya, antes y después de 1975, como consecuencia de la entelequia sabiniana, y ese dolor no es cosa de risa. No, ahora, sobre todo, porque la conspiración separatista puede triunfar, y lo que hoy causa sorpresa o desdén puede dar lugar mañana a un Estado desgarrado de España.

No es cuestión de alarmismo, sino de un análisis frío de la situación. Ibarretxe apuesta por la conquista de poder municipal y foral en las elecciones del 25 de mayo. Desde esas instituciones se tratará después de promover el plebiscito por la autodeterminación, que se ha anunciado ya para 2004. Esa es la ruta hacia la independencia, y en ella hay tres puntos cruciales, tres últimos obstáculos.

En primer lugar, los electores. Hay circunscripciones clave, instituciones cuyo control o no por los nacionalistas decidirá la viabilidad de la causa independentista. En particular, los Ayuntamientos de las grandes ciudades, además de la Diputación foral de Álava y, al menos en parte, el Gobierno de Navarra. Con esos puestos en manos nacionalistas, o de socialistas y comunistas con apoyo nacionalista, la apuesta Ibarretxe seguirá adelante.

En segundo lugar, la izquierda. Con Nicolás Redondo Terreros al frente del PSE y con el binomio Eguren – Arbeloa en el PSN cualquier alianza era imposible. Hoy todas las posibilidades están abiertas, y más cuando manifiestamente José Luis Rodríguez Zapatero está dispuesto a todo en el camino que lleva a la Moncloa.

Por último, el Gobierno. Sean socialistas o populares quienes gobiernen en Madrid en 2004, tienen el deber y la capacidad de impedir cualquier cambio en la estructura del Estado y, por supuesto, cualquier alteración de la integridad nacional y territorial. Pero Ibarretxe quiere un Gobierno socialista y débil. Por algo será.

Por Pascual Tamburri Bariain, 14 de abril de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.