Por Pascual Tamburri Bariain, 7 de junio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
La libertad es uno de los bienes supremos consagrados y desarrollados por la Constitución de 1978. Desde la entrada en vigor de ésta, los españoles, aunque no siempre sean «justos y benéficos» como deseaba la carta de 1812, sí son libres e iguales ante la Ley. Corresponde a las instituciones tutelar esa libertad y garantizar esa igualdad. Sin una y otra no hay verdadera democracia, sino una ficción de la misma.
Pero en una parte de España no hay ni libertad ni igualdad, y por consiguiente no hay plena democracia. En grandes sectores de la sociedad vasca y de la navarra los valores constitucionales brillan por su ausencia, no hay lugar para el patriotismo democrático porque mandan el miedo a Eta-Batasuna y las mentiras del PNV. Es más: en un alarde de prepotencia, el nacionalismo ha conseguido legitimarse como progresista, moderno y aceptable -¡el nacionalismo de Javier Arzallus y de Eta!- y al mismo tiempo descalificar y condenar como «ultra» cualquier normalísima muestra de lealtad constitucional.
La defensa de la libertad, o mejor dicho su restablecimiento, pasa por la garantía absoluta de los derechos individuales y por el control democrático del funcionamiento de las instituciones. Sin eso, no habrá libertad. Pero tampoco habrá libertad si se deja en manos del nacionalismo la definición de qué es políticamente aceptable y qué no lo es. Porque si se tolera ese privilegio a los nacionalistas lo harán para negar la libertad de los leales a España y a la libertad, y en definitiva para terminar de destruir ésta.
El pasado lunes, Ana Embid, hija de Julián Embid, asesinado por el nacionalismo, agradeció a 40.000 navarros su manifestación de apoyo a las víctimas y de rechazo del terror. Y se permitió, fuera de guión, una alusión crítica a la televisión pública nacionalista, que se había negado a emitir un anuncio de la FVT. Lógicamente, la multitud abucheó a ETB, allí presente, y a ciertos políticos que no siempre se han mostrado totalmente solidarios con la realidad nacional española. Escándalo, llantos y rechinar de dientes. Los medios de comunicación en general, por un mal entendido sentido corporativo, y los partidos políticos en general, por el prurito de no ser increpados por los nacionalistas militantes … condenaron los hechos.
Pero ¿qué hechos? Llamar «exaltados» a la multitud que abucheó a ETB y vincular la exaltación al ondear de las banderas de España y de Navarra es antidemocrático, además de insulso. Es verdad que de las palabras se pudo pasar a los hechos, pero ETB y el nacionalismo han agotado la paciencia de muchos. «Navarra no es una comunidad sin símbolos, por lo que llevar a una manifestación de condena de ETA banderas de Navarra y de España es una saludable práctica». A veces la política, más que a los cálculos y los análisis, debe responder a la asunción de los sentimientos populares más profundos.
La libertad es un valor universalmente aceptado. Pero su uso en defensa de la verdad y de España provoca rabia en unos -cosa explicable- y un absurdo azoramiento en otros -incomprensible salvo desde incoherentes complejos y sumisiones-. Los Iturgaiz y los Calleja, desde el País Vasco, han entendido bien los sentimientos de los navarros. Y si es preocupante la ofensiva verbal nacionalista, no menos lo es la debilidad de algunas reacciones. Navarra y España merecen más. Como dijo Iparraguirre, «Ara nun diran mendi maiteak,ara, nun diran zelaiak baserri eder, zuri-zuriak, iturri eta ibaiak. Ara, España; lur obekiran Ez da Europa guztian». (Allá están nuestras amadas montañas, aquí están nuestros amados valles, los hermosos caseríos blancos, y las fuentes y los ríos. Esto es España, no hay tierra mejor en toda Europa).
Por Pascual Tamburri Bariain, 7 de junio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.