Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de julio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Frente a la amenaza nacional-terrorista, más grave de lo que livianamente suponen muchos medios de comunicación, hay que olvidar las divisiones entre partidos y las luchas banderizas dentro de los partidos.
La opinión de Juan Carlos Rodríguez Ibarra merece un respeto. Al menos, el debido a su condición de presidente de un gobierno regional. Seguramente, además, la que corresponde a sus ya muchos años de vida pública, siempre en Extremadura, siempre en el Partido Socialista. Sin embargo, el poder absoluto genera miopía; y de miopía hay que calificar su reciente y reiterado análisis del PP como peligro para la democracia española.
Ésta, la democracia, el régimen de libertades, está perfectamente afirmada en nuestro país. Existe a todos los niveles la posibilidad real de la alternancia, aunque de momento el mismo PSOE no esté en condiciones de obtener la necesaria confianza popular. Existen cauces de tutela y de expresión de las minorías. Existe un amplio reconocimiento de los derechos individuales. Se dan, precisamente bajo un Gobierno popular, todas las condiciones de lo que hoy viene a llamarse democracia.
No quiere esto decir que la democracia carezca de enemigos y de debilidades. La primera y fundamental, sin embargo, no es el PP, sino el PSOE, que por no asumir serenamente su rol de oposición no está en disposición de dejar de serlo; y esto, aunque no guste a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, es un peligro para la España constitucional.
Sin embargo el mayor peligro es de otra naturaleza. Una minoría armada, asesina y mentirosa, encastillada en algunas instituciones del Estado, quiere demoler éste. El «Plan Ibarretxe», que ni el PP ni hombres como Ibarra podrán aceptar jamás, es un desafío que no puede ignorarse.
Decía Jaime Balmes que es preciso acabar con la anarquía de las ideas antes de liquidar la anarquía de los hechos. Pues bien, es en el terreno de las ideas donde va a decidirse en los próximos tiempos el futuro de la democracia española. Si se acepta, siquiera como hipótesis, siquiera en mínima parte, el planteamiento del nacional-terrorismo vasco, estará en riesgo el porvenir de España en unidad y en libertad. Frente a esa amenaza, más grave de lo que livianamente suponen muchos medios de comunicación, hay que olvidar las divisiones entre partidos, porque Ibarra defiende en buena ley lo mismo que José María Aznar. Y más aún: hay que olvidar las luchas banderizas dentro de los partidos, porque sea cual sea el origen y la formación de Mariano Rajoy, de Rodrigo Rato o de Jaime Mayor Oreja, por ejemplo, en este asunto hay sólo una verdad, hay sólo un objetivo y hay sólo un enemigo.
Por Pascual Tamburri Bariain, 23 de julio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.