Una aberración moral con forma de globo-sonda

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de julio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

Los críticos de Juan José Ibarretxe, en particular, y del proyecto nacionalista, en general, han analizado sin piedad los distintos aspectos de la ofensiva independentista en curso. Singulares unos, cómicos muchos, desgraciadamente trágicos no pocos de ellos. Se han pronunciado brillantes diatribas jurídicas, sesudos estudios institucionales, apasionados juicios políticos y hasta ponderados balances económicos sobre la interesada filtración de los últimos días. Salvo en el caso de los devotos de la iglesia nacionalista, objetivamente se ha de concluir que la Comunidad Libre Asociada de Arzallus e Ibarretxe no tiene justificación ni razón de ser.

Es claro que a los portadores de la fe nacionalista esto no les importa demasiado. El nacionalismo vasco no se basa en hechos objetivos, ni en voluntades democráticas, ni en intereses fundamentados. El nacionalismo vasco, desde Sabino Arana al último Troitiño, se basa en una «verdad» revelada: «Euskadi» sería una nación y España no. Poco importan las pruebas evidentes de que esto es una alucinación, porque una parte importante de la sociedad vasca y navarra cree en esa entelequia como si se tratase de un hecho. Ibarretxe, por alucinante que sea su horizonte político, va a tener apoyos importantes, y si no encuentra en su camino una oposición seria puede incluso triunfar.

Es importante que esa oposición no caiga en las trampas que el propio nacionalismo vasco ha tendido. Aceptar, siquiera en parte, siquiera marginalmente, el planteamiento nacionalista supone legitimar el nacionalismo. Moralmente es inaceptable, y a largo plazo resulta, como se ha visto, poco práctico.

El nacionalismo vasco es un escándalo, una aberración moral. No por defender una identidad colectiva, ya que sabemos que las identidades colectivas existen, y que los hombres se agrupan naturalmente en comunidades de distinto calado. Pero sucede que no hay, y nunca habido, una nación vasca; y no se dan, ni se van a dar, los elementos objetivos para que tal nación exista. Ni vascos ni navarros son un sujeto colectivo soberano. Existe un pueblo vasco, y un pueblo navarro sensiblemente distinto de él, y ambos son parte de un sujeto histórico milenario: el pueblo español, la moderna nación española, España.

De la propuesta de Ibarretxe es inútil discutir el contenido: su premisa es falsa. El problema de vascos y navarros no es su adscripción nacional, resuelta por nuestros más lejanos antepasados y evidente en nuestra vida colectiva. El único problema es el propio nacionalismo de una neo-nación postiza. Un nacionalismo que maquina contra Navarra, que amenaza a los navarros y que obligará a éstos a refugiarse en los medios más contundentes de que pueda disponer el Estado democrático de Derecho.

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de julio de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.