Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Mirando a Italia, es posible aprender en cabeza ajena. También es posible, y las circunstancias invitan a ello al Partido Popular, servir de ejemplo para la derecha italiana en ciertos aspectos.
Italia afronta en estas semanas una crisis de gobierno larvada . No se trata, contra la costumbre de las últimas décadas, de una crisis entre partidos, sino de un malestar sentido tanto en el Gobierno como en la oposición de un país que no termina de ir bien, y que no termina de encontrar el punto exacto de unas reformas institucionales interminables. España tiene en esto varias ventajas sobre Italia, pero conviene que los gobernantes de nuestro país tengan presente el ejemplo del vecino, donde gobiernan fuerzas equivalentes y aliadas al Partido Popular, donde históricamente se han experimentado soluciones políticas que sólo después han llegado a Madrid y donde España tiene hoy uno de sus principales aliados exteriores.
El ministro Gianni Alemanno ha escrito que las crisis de los sistemas políticos » pueden ser el principio del fin, y también pueden ser el sobresalto necesario antes de un renacimiento». En buena lógica, ante una crisis, habrá cambios, y esos cambios o terminan con el enfermo o terminan con la enfermedad.
El modelo de desarrollo que llevó al milagro italiano se ha quebrado. El desarrollismo italiano ha durado mucho más que el español y ha hecho que aquella economía, incluso con una crisis que España no sufre, represente un volumen bastante superior al doble de la de nuestro país. Sin embargo, ese desarrollo ha terminado y sus bases ya no existen, en una opinión tan cualificada como la de Alemanno, ministro de Agricultura.
La división regional del trabajo, la tolerancia con la vieja clase política a cambio de la tolerancia con la vieja clase capitalista, la subsidiariedad geopolítica respecto a Estados Unidos y al eje del Rhin, la dilución de la identidad nacional, el consumismo y la pérdida de los valores tradicionales han hecho posible la riqueza de Italia. También han terminado, como ha terminado la Italia de la Primera República. Italia afronta nuevos problemas, desde su rol en Europa hasta su papel de frontera en el Mediterráneo, desde su renovación económica (frente a la globalización o en la globalización) hasta su cohesión territorial. Italia, a diferencia de España, está en crisis económica, además de política, y por eso se ve impelida a buscar desde ahora soluciones imaginativas.
España no tiene tanta prisa, pero tiene en Italia una oportunidad. Muchos problemas que el Gobierno de centro derecha deberá afrontar (con Berlusconi o sin él) llegarán más pronto que tarde a nuestro país. Es posible aprender en cabeza ajena. También es posible, y las circunstancias invitan a ello, servir de ejemplo para la derecha italiana en ciertos aspectos. El semestre italiano de presidencia europea puede ser para José María Aznar el momento de estrechar su alianza italiana, tanto a nivel de Estado como a nivel de partidos, con grandes beneficios recíprocos que no pueden hallarse hoy en ningún otro país de Europa. Como el mismo Alemanno -un hombre a tener en cuenta para el futuro- ha dicho, «ya no tenemos tiempo que perder: asumamos la responsabilidad de ser nosotros mismos» .
Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.