Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
El ascenso de Zapatero al poder interno en la izquierda española ha sido una sucesión de pactos, de compromisos y también de traiciones, de Tamayo a Maragall. ¿Qué dirán los electores?
Los acontecimientos políticos de los últimos meses, al menos por la amura de babor, parecen dar la razón a los más escépticos con la política y con los políticos. La izquierda española ha dado amplia pruebas de no creer en nada, o casi nada, y de estar dispuesta a todo, o casi todo, en su camino hacia el poder nacional y autonómico.
José Luis Rodríguez Zapatero fue, tiempo atrás, un hombre tranquilo, dispuesto a arrebatar poco a poco al Partido Popular su enorme fuerza, y a llegar a la Moncloa a su debido tiempo, convertido en un hombre de Estado. Aquella oposición preocupaba a José María Aznar, al menos en la medida en que la imagen del PSOE mejoraba, la del PP empeoraba y su anunciada retirada abría las puertas a casi todas las hipótesis.
Y de repente, Zapatero cambió. Hace algo más de un año, el líder socialista decidió abrazarse a cualquier pancarta que saliese a la calle contra el Gobierno. Así, sucesivamente, su PSOE ha sido huelguista, enemigo de la reforma educativa, rentista del chapapote, adversario de la política exterior del país, denigrador de las Fuerzas Armadas y partidario de una reforma constitucional confederalista. A corto plazo, Zapatero logró esperanzadoras encuestas de intención de voto. Pero la realidad electoral se ha demostrado muy diferente, y tras los floridos sueños de la primavera han llegado los Maragalles y los Tamayos, y todo parece venirse abajo. Era previsible. ¿Qué ha llevado a Zapatero a estas decisiones?
Zapatero no puede entenderse sin conocer el interior del PSOE, y, entre otras cosas, los entresijos de partido que le auparon al liderazgo. El no-tan-joven leonés es fruto de una complicada coalición, unida por razones de todo tipo, desde inmobiliarias hasta la pura hostilidad hacia José Bono. Cada voto tuvo su precio, en términos políticos al menos. Y no todos los precios se han ido pagando debidamente, como ha demostrado el caso Tamayo. El precio de Pasqual Maragall es la unidad de España, y Zapatero está dispuesto a pagar, al menos en parte, porque está decidido a no dimitir. Su ascenso al poder interno en la izquierda española ha sido una sucesión de pactos, de compromisos y también de traiciones; pero habrá que ver si los electores dan por bueno todo esto, vistos los primeros resultados.
Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.