Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
El País Vasco no es una nación. Pero para combatir el nacionalismo vasco sería demencial negar la evidente existencia de las identidades colectivas. Porque España sí es una vieja nación.
Afortunadamente para la libertad de nuestro pueblo, el nacionalismo vasco tiene hoy muchos enemigos, y éstos tiene cada vez menos complejos en denunciar la demencia, la opresión y la mentira de buena parte de los herederos de Sabino Arana. Desde ese punto de vista, puede decirse sin pudor que España es hoy algo más libre que en 1980 o en 1985, cuando los muertos eran cientos y el nacionalismo era universalmente aceptado como moderno, democrático y progresista.
El nacionalismo vasco se rebate con buenos argumentos, al alcance de todos, porque a todos se alcanza la impresentabilidad de negar que los herederos de Elcano, de Ignacio de Loyola y de Unamuno son españoles. Intelectualmente el nacionalismo es una presa fácil, aunque raramente se acerca a llevar esa verdad al corazón de la sociedad vasca y navarra, en buena parte cautiva de mecanismos sociales totalitarios que sólo una acción social y cultural a largo plazo puede disolver.
Pero además de resolver ese problema operativo los políticos y sus asesores harían bien en no emplear frente al nacionalismo -tan vulnerable- argumentos erróneos, mal trabados y, en definitiva, susceptibles de ser pulverizados precisamente por una de las opciones políticas de menor calado intelectual de los últimos siglos. Todo cuidado en este sentido será poco.
Está de moda, entre viejos progresistas más o menos arrepentidos de su colaboración de años con el reaccionario PNV, atacar el nacionalismo negando la existencia de la nación vasca; y esto es un gran acierto, porque semejante conjunto humano nunca ha existido en la historia. Pero también empieza a ser praxis común negar, al mismo tiempo, la existencia de todos los sujetos históricos colectivos, de todas las identidades, de todas las naciones. Y, así, en muchos casos inconscientemente, el antinacionalismo termina por enfrentarse a la realidad porque ¿qué europeo puede negar la virtualidad de las patrias en la historia del Continente?
En nacionalismo vasco no tiene nación, aunque desea inventarla e imponerla. Hay que denunciarlo. Pero España -como recuerda la letra de la propia Constitución y recoge su espíritu- sí es, hace milenios, la patria común e indivisible de todos los españoles. Éstos no son sólo individuos, sino que forman un viejo pueblo, con una vieja identidad, que es la única base posible para el nacionalismo vasco cese su terrorífico camino. Hay que ver en la existencia de los pueblos realidades históricas de las cuales el iluso puede prescindir con el deseo, pero de las cuales de hecho no puede prescindirse.
Por Pascual Tamburri Bariain, 25 de agosto de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.