Navarra, como Álava

Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de octubre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

El trabajo de periodista permite vivir de cerca la realidad cotidiana, el pulso político social del país y del mundo. Desde un punto de vista periodístico, la situación de ruptura institucional que ha planteado abiertamente el nacionalismo vasco es grave y carece de precedentes. Para el periodista al uso, como para el político que limita su horizonte a la realidad mediática, es difícil explicar qué sucede y qué va a suceder en el País Vasco, y sobre todo no hay ni precedentes ni referentes para saber qué hacer ante el plan de Ibarretxe.

En este caso, como en otros, el periodista como el político tiene que volver los ojos a la historia, al pasado cercano y también al más lejano, que explican en cierto modo qué está pasando, qué puede pasar, y también qué puede hacer cada uno de los actores en este nuevo escenario. ¿Nuevo? Sólo relativamente.

Hay dos partidos de centro derecha, constitucionalistas, leales a la nación española, orgullosos de esa identidad, sólidamente arraigados en el País Vasco y en Navarra. Unidad Alavesa en un caso y Unión del Pueblo Navarro en el otro pertenecen a la misma familia política e ideológica que el Partido Popular y comparten con éste todo o casi todo. En este momento, por obvias razones, están del mismo lado frente a la prepotencia nacionalista y a la amenaza terrorista, y tienen a su lado incluso a la parte mayor y más sana del socialismo vasco. Los cuatro partidos (PP, PSOE, UPN y UA) afirman y defienden la soberanía nacional española, el marco autonómico y la tradición foral, aunque sea con diferentes matices y con indebidas incomprensiones; pero no siempre lo hacen con la misma valoración de las lecciones del pasado.

Tal vez el ejemplo menos conocido es el de Unidad Alavesa. Los alavesistas vienen repitiendo hace una década que, frente al nacionalismo vasco y a su independentismo, la primera solución pasaba por la revitalización de la foralidad alavesa, por la constitución de Álava como Comunidad Foral y por la redefinición de la autonomía vasca. Álava, pues, como Navarra. Y lo que parecía una propuesta pintoresca y minoritaria ha pasado a ser hoy una idea compartida por los grandes partidos.

Sin embargo, cualquier triunfalismo está de más hoy. Si el modelo navarro puede servir para Álava, y por consiguiente para la resolución del problema secesionista, también es cierto que para el nacionalismo el plan es el contrario: someter Navarra a la misma operación de ingeniería política y social a la que ha sido sometida Álava durante décadas. Álava, provincia históricamente tan castellana como la que más por su historia, ha sufrido un proceso de transformación, tolerado hasta hoy por algunos de quienes hoy se llevan las manos a la cabeza. Bien está que Álava busque, como Navarra buscó y obtuvo, una defensa directa de su personalidad histórica. Pero no hay que olvidar que todo el nacionalismo quiere anular la identidad de ambas, como ya hizo en Guipúzcoa y en gran parte de Vizcaya. Álava como Navarra, y Navarra como Álava, no para poner un parche provisional en un problema político, sino para solucionar definitivamente un error histórico.

Por Pascual Tamburri Bariain, 26 de octubre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.