Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Lo cierto es que aquellas cuatro provincias son España antes de toda Ley y antes de todo sufragio, y ninguna consulta popular y ninguna votación podrán alterar ese hecho históricamente cierto.
El mito nacionalista, repetido hasta el hastío en los medios de comunicación y en la estructura totalitaria abertzale, es monocorde y bien conocido: los vascos no son españoles, cuatro provincias vascas pertenecen hoy al Estado español como fruto de la conquista, de la violencia y de la imposición, y forman parte de una nación diferente de la española, de la que se niega incluso el derecho a existir.
Hace unos años, muy pocos años, esta versión tan pintoresca de los hechos no encontraba otra respuesta que el silencio. Los nacionalistas eran dueños absolutos del espacio mediático, y habían logrado crear en los no nacionalistas un cierto «síndrome de Estocolmo»: quienes se oponían a la ofensiva nacionalista vasca lo hacían con mala conciencia, con conciencia de cipayos, con una cierta idea implícita de que en el fondo el nacionalismo tenía razón.
De repente, todo cambió. Se alzaron voces por la libertad, a favor de las víctimas, contra la violencia, e incluso contra el nacionalismo. El nacionalismo ya no tuvo la calle para él solo, y esto fue una victoria de la democracia -de la misma democracia que antes se había retirado de las calles, y que había hecho retirar de ellas todo vestigio de españolidad ante el complejo postfranquista-. Y también se rebatió la versión nacionalista de los hechos, demostrando, como era cierto, que las tres provincias vascas y Navarra nunca formaron un sujeto político común, y que se incorporaron de manera natural a la Corona de Castilla, en gran medida como fruto de la voluntad de los alaveses, los vizcaínos, los guipuzcoanos y los navarros.
Ahora bien, esta revisión histórica no siempre estuvo hecha con el acierto y la precisión debidos. En parte a causa de los complejos de inferioridad postfranquistas, los historiadores y juristas que se opusieron al mito nacionalista transpusieron al pasado la idea contemporánea de democracia y de autodeterminación colectiva; y así se interpretó tanto la definitiva anexión de Álava en 1200 como la unión de Navarra en 1512, como el resultado de la «voluntad» de los navarros.
Esta equivocación bienintencionada tiene dos consecuencias negativas. La primera, que se persiste en el error, porque las cosas no fueron así, ya que España es un sujeto histórico preexistente a las regiones que hoy la forman; España no es resultado de una federación de reinos, aunque sí lo sea el Estado español: España precede cronológicamente y ontológicamente a cualquiera de sus provincias. La segunda consecuencia lamentable es la explotación nacionalista del error: si «Navarra es España porque los navarros quisieron», dicen los nacionalistas, «¿qué sucederan si un día no quieren?». Lo cierto es que aquellas cuatro provincias son España antes de toda Ley y antes de todo sufragio, y ninguna consulta popular y ninguna votación podrán alterar ese hecho históricamente cierto.
Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.