Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Si las circunstancias del País vasco siguen deteriorándose tal vez sea necesario adoptar medidas con un coste electoral. José María Aznar no dudaría en hacer lo que fuese preciso hacer.
José María Aznar, como anunció y como no todo el mundo quiso creer, gobernará España sólo durante dos mandatos legislativos. Mandatos completos y plenos, con un balance general indudablemente positivo en muchos aspectos, que sin embargo deja amplio espacio a mejoras, a profundizaciones e incluso a leves correcciones de rumbo. Conforme va acercándose marzo de 2004, y con esta fecha la despedida de Aznar del poder, se alzan por doquier voces que, de mil modos, piden «más Aznar». Incluso desde el PSOE, lo que ya es mucho.
Aznar es un hombre que pasará a los libros de historia por su firmeza y por su inquebrantable voluntad. Ha hecho más de una dejación respecto a los principios populares básicos, desde el poder, en primer lugar por su precaria mayoría inicial y en segundo lugar por los miedos escénicos que en las últimas décadas han hecho al centro derecha español poco dado a la firmeza. Pero en los asuntos que ha considerado esenciales, y de manera creciente, ha impuesto una línea política axial, incuestionable e inquebrantable. Se le ha acusado de inflexible, pero en definitiva se ha terminado admirando su capacidad de asumir riesgos electorales -gobernando a favor de sus principios aunque fuese contra las encuestas- y su acierto final e inesperado.
Aznar no es un político común. Es curiosamente lógico que en estos tiempos de incertidumbre, y de especial incertidumbre en la izquierda, las miradas se vuelvan a él. Muchos hombres públicos que, por ejemplo, no han compartido sus puntos de vista en la crisis irakí, ven en ésta una lección de tesón político a tener en cuenta en el futuro. En efecto, si las circunstancias de la convivencia cívica en el País Vasco siguen deteriorándose tal vez sea necesario adoptar medidas sin precedentes; y esas medidas tendrán un coste político, que las encuestas reflejarán puntualmente. De José María Aznar hoy nadie duda que haría, llegado el caso, y a cualquier precio, lo que fuese preciso hacer.
Sin embargo todo hace prever que no será Aznar el presidente del Gobierno cuando la crisis nacionalista llegue a su peor punto. Otra persona tendrá esa responsabilidad. Sea quien sea, será juzgado según el ejemplo de Aznar.
Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.