Es necesario un verdadero liberalismo

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

La globalización es, dicen algunos, sólo la culminación del liberalismo, con la libre circulación planetaria de bienes, servicios y personas. Y es fácil demostrar los daños que para todos se derivarían de una reducción en el comercio internacional, o de una hipotética desaparición del mismo. Sin embargo, plantear las cosas de manera tan extremista es poco realista, y muy lejano la verdadero espíritu liberal. Ya que nadie plantea un proteccionismo absoluto; pero los críticos con la globalización olvidan demasiado a menudo que ésta no es sólo -ni fundamentalmente- un proceso económico, y que hay que comprender la naturaleza completa del fenómeno antes de valorarlo. Además, desde un punto de vista liberal, hay que señalar el peligro que corren las hijas primeras del liberalismo, las naciones-Estado europeas, amenazadas globalmente por una teórica uniformación, pero sobre todo corroídas en su interior por unos movimientos centrífugos que no son en absoluto liberales, pero que sí tienen mucho que ver con la mundialización. Algo que se ve día a día en este Norte de España.

La globalización no es hoy sólo comercio, sino también ingentes movimientos de poblaciones, y para esto ya existía una palabra adecuada: cosmopolitismo. Poco que ver con los movimientos de población ligados al viejo liberalismo imperialista, respetuoso en gran medida de las identidades, y en todo caso plural él mismo. Globalización comercial y cosmopolitismo demográfico van unidos a la hegemonía de una sola civilización, la norteamericana. Ésta es una globalización cultural, impensable en el siglo genuinamente liberal, porque liberalismo y uniformidad están en las antípodas. Globalización, cosmopolitismo y americanismo deletéreo tienen además, en la vieja Europa, unos curiosos aliados, que no son liberales en modo alguno: los separatismos, que tratan de destruir las naciones milenarias creando microidentidades. ¿En nombre de las diferencias? Más bien debilitando la única plataforma política viable en defensa de tales diferencias, las verdaderas naciones.

Se ve, así, que globalización y liberalismo tienen un campo común, pero muy numerosas diferencias, porque el liberalismo no es necesariamente cosmopolita, ni aculturador, ni mucho menos antinacional. Pero es que ni siquiera desde el punto de vista comercial las cosas cuadran: la globalización ha sido de momento muy poco liberal, por ejemplo en el Este, donde los monopolios públicos se han convertido en monopolios privados, o en el Oeste, donde el monopolio monetario del euro ha sustituido la libre competencia milenaria entre las monedas. Y a nadie se le escapa la discordancia entre la retórica globalizadora de las muy progresistas autoridades vascongadas y su callada construcción de un sector público -eso sí, autonómico- elefantiásico.

Un liberal -el liberal por excelencia- como von Hayek no habría llamado liberalismo a todo esto. La confusión es general, tanto si se critica como si se defiende la globalización, y muy especialmente si se trata de hallar las fronteras de los grandes cambios en curso. En el Social Forum de Brasil en 2002 la sesión sobre «alternativas posibles» no ofreció ninguna alternativa positiva después de tres horas de discusión, salvo impresentables refritos marxistas. ¿Cómo podía ofrecer alternativas? En el plano demográfico, ¿podía reconocerse que la inmigración descontrolada, aceptada tanto por los globalizadores como por los antiglobalizadores, sirve mucho más para obtener mano de obra barata que para mantener el superávit de la Seguridad Social? En el plano ecológico, ¿podía reconocerse que las demandas agrícolas del Tercer Mundo sirven más para encubrir los propósitos de las grandes multinacionales del ramo que para combatir los supuestos excesos proteccionistas de una agricultura europea supuestamente privilegiada? En el plano nacional, en fin, ¿podía reconocerse que las demandas centrífugas en los viejos Estados nacionales -liberales- trabajan servilmente para la globalización desnacionalizadora? Es hora de volver la vista a los hechos y, como el viejo liberalismo en su mejor momento, llamar a las cosas por su nombre.

Por Pascual Tamburri Bariain, 24 de noviembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.