Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
Algunos comentaristas políticos malintencionados han criticado las declaraciones del Rey tras su entrevista protocolaria con el republicano Benach. Según los medios, el Jefe del Estado habría dicho, o dejado decir, que «hablando se entiende la gente», en poco velada crítica a la política de firmeza de José María Aznar.
Tal vez las cosas no sean así, y probablemente se sacan frases y gestos de contexto para achacar al Rey una predilección por la izquierda y una cierta debilidad por los nacionalistas que ya se insinuó cuando José María Aznar era líder de la oposición. Sin embargo, don Juan Carlos es una persona con buena memoria personal y con cierta cultura histórica, y ambas le imponen una extrema prudencia en estos casos.
En España ya hubo en el siglo XX un Rey con inquietudes políticas, y que intervino más de lo debido en el debate partidista y en las decisiones de gobierno, hasta llegar a abandonar su posición arbitral. Alfonso XIII se permitía declaraciones, y más que declaraciones, pero su nieto sabe muy bien que por ese camino se llegó a la deslegitimación del régimen y de la Corona, y a funestas consecuencias para todos. El Rey es custodio de lo permanente, y no contertulio en lo accidental y pasajero.
Muchos años después, nuestro Rey pilotó con maestría la Transición, durante la cual supo mantenerse tan al margen de los debates políticos como le fue posible. Contó entonces con la lealtad absoluta del centro y de la derecha, y supo ganarse a las izquierdas porque sabía que AP y UCD entenderían sus desmarques. Pero la Transición ya terminó, y salvo que se considere potencialmente republicano al PSOE el Rey sabe que su papel está por encima de las partes. Sobre todo si alguna de las partes está contra España y contra la misma Corona.
Su Majestad el Rey cree, con razón, que hablando se entiende la gente. Es lo que un abuelo debe decir a sus nietos y una madre a sus hijos. Pero debe añadir -en buena lógica- que entender la postura ajena no supone compartirla ni transigir con ella; y que si esa postura supone la ruptura de la convivencia entenderse no puede llevar a ceder. Juan Carlos I es, junto con Manuel Fraga, el último protagonista de la Transición que sigue en activo, y ambos saben que no todas las conversaciones, ni todas las comprensiones, ni todas las transacciones, han sido positivas. Sea cual sea su opinión particular, el Rey sólo puede encarnar la opinión de España.
Antonio Martín Beaumont
Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.