Crímenes de guerra, crímenes contra la paz

Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.

Las imágenes de Sadam humillado son contrarias a la tradición europea. En la que puede hacerse la guerra, pero en la que el enemigo es respetado. España tiene algo que decir en esto.

Las experiencias de un hipotético Derecho Penal internacional han sido hasta el momento frustrantes. Y la captura de Sadam Hussein ha reabierto un debate que, en definitiva es más político y propagandístico que puramente legal, como por otra parte ha sucedido siempre desde los tiempos de la Sociedad de Naciones hasta el juicio contra Milosevic, pasando por los procesos de Nuremberg, de Tokio y de Jerusalén.

Siempre que se juzga al acusado de un crimen es preciso definir qué Derecho es aplicable al caso, en primer lugar, y qué juez o Tribunal es competente en la materia. Sin estos elementos, y sin las debidas garantías procesales, no es posible un juicio justo en el sentido que los pueblos de cultura germano-romana damos a la expresión. No puede haber leyes retroactivas, que son siempre instrumento de venganza y no de justicia. No puede haber tribunales excepcionales, porque nunca serán imparciales. Y todo eso es uno de los pilares de la democracia y de los Derechos Humanos.

Sadam Hussein tiene derecho a todo esto. De un modo inconexo y asistemático, los jueces de Nuremberg distinguieron los crímenes contra la paz (los pasos dados buscando una guerra de agresión) de los crímenes de guerra (los cometidos durante la guerra por los Ejércitos y los Gobiernos) y de los crímenes contra la humanidad (aquellos que por su naturaleza rebasan el límite habitual de la penalidad para entrar en la inhumanidad). Estos criterios no son Derecho positivo salvo que cada Estado lo haya decidido así en ejercicio de su soberanía. Negar a Sadam sus derechos supone, curiosamente, dar legitimidad a los peores crímenes que se atribuyen al dictador.

Es muy significativo que precisamente quienes más debatieron la moralidad e inmoralidad de la guerra contra Sadam -tanto los que la descalificaron como injusta como los que la alabaron como santa- sean hoy los más decididos a juzgar a Sadam sin garantías. Lógicamente, si se ha privado al Estado de su libertad para hacer política y se le exigen credenciales morales en el ejercicio de sus poderes, se le da de modo implícito potestad para liquidar a sus enemigos derrotados. Si la guerra se hace religiosa, el enemigo es siempre malvado y no hay normas ni durante la guerra ni después de ella. Las imágenes de Sadam humillado son -ésas sí- inmorales y contrarias a la tradición bélica y política europea. En la que puede hacerse la guerra, si es preciso, sin tantas pancartas, pero en la que el enemigo es respetado en su dignidad. España tiene algo que decir a sus aliados respecto a esto.

Por Pascual Tamburri Bariain, 18 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.