Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.
El portavoz del Gobierno Vasco, Josu Jon Imaz, terminó venciendo, la pasada semana, su batalla particular por el liderazgo formal del PNV. Algunos espíritus seráficos -no pocos, no sólo en el País Vasco y no sólo en la izquierda pancartera- creen que es una buena noticia, porque Imaz sería preferible al vocinglero Egibar y por supuesto al eterno Arzallus.
De ilusión, como en la lotería, también se vive. Realmente sería una buena noticia que el PNV tuviese un líder demócrata de talante y no sólo de procedimiento, un dirigente realista y respetuoso del marco de convivencia actual, un presidente con el que cupiese dialogar no sobre imposibles, sino sobre el tema de nuestro tiempo: cómo hacer de aquella región un remanso de paz como fue en otros tiempos.
Pero Imaz no es ese hombre. Imaz es un hombre del aparato del PNV, un partido demasiado monolítico -estructuralmente totalitario, aunque la palabra asuste- para hablar de alas moderadas o radicales. El PNV tiene muchas caras -de apariencia dialogante, de aparencia intransigente- y muchos hombres, desde Imaz, Egibar, Ibarretxe y Atutxa hasta Arzallus; pero tiene una sola realidad, férrea e inquebrantable: es un partido monopolista dentro de un frente independentista que une a la izquierda radical con toda la constelción nacionalista. Lo de menos es el nombre, y el hombre. Lo esencial es el conjunto humano y su proyecto. Y ése está sobre la mesa, planteado por Ibarretxe.
Tampoco conviene olvidar que la victoria de Imaz sobre Egibar ha sido ajustada hasta el límite. Un solo voto les ha separado, ya que Imaz venció en la asamblea local de Pamplona por una sola papeleta, y a su vez venció en Navarra sólo por Pamplona, y en definitiva sólo por haber vencido en Navarra ha sido elegido sucesor de Arzallus. Aunque hubiese diferencias de fondo con éste y con su pupilo Egibar, Imaz carecería de margen de maniobra para hacer otra cosa que lo ya fijado en el plan independentista.
Imaz es lo que dice ser, y que nadie sueñe con atajos hacia la paz. Imaz es un secesionista que desea dinamitar la unidad del pueblo español en la que se basa soberanamente la Constitución de 1978. Imaz está urdiendo, con su partido, un «frente amplio» que una a todo el nacionalismo, con sus apoyos externos y con sus eficaces aliados de la izquierda. Imaz sabe que entre sus planes y el éxito, por suerte para él y por desgracia para el equilibrio del país, sólo se interpone el PP si sigue venciendo y si sigue haciéndolo sin fisuras. Cualquier otra cosa alegrará tanto a Imaz como a Egibar. Y a Arzallus.
Antonio Martín Beaumont
Por Pascual Tamburri Bariain, 22 de diciembre de 2003.
Publicado en El Semanal Digital.