La tolerancia según la civilización aliada

Por Pascual Tamburri Bariain, 21 de diciembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

María Teresa Fernández de la Vega, la vicepresidenta para todos los usos, no está contenta con la liberación del Imán de Fuengirola. Es natural, en buena lógica, porque el buen señor, respetable ministro de la religión islámica, recomienda que los fieles seguidores de Mahoma golpeen a sus esposas (que pueden ser varias) con cuidado de respetar los preceptos coránicos.

Una vez liberado el Imán de Fuengirola, que incita a la violencia contra las mujeres, el gran problema no es la mal llamada violencia de género. Se trata de un problema de incompatibilidad entre dos culturas, una de las cuales sigue fiel a sus formas de hace mil años.

El Islam no es una religión europea. En Europa, entre europeos, estas cosas no sólo son delito, sino que además son aberraciones ajenas a nuestra cultura. Está bien, desde luego, que la mano derecha de Zapatero diga que se trata de «mal ejemplo». Pero seguramente no es lo que los españoles necesitan ni lo que la situación requiere.

El gran problema es que el centro de la cuestión no es la mal llamada violencia de género. Lo que nadie se está atreviendo a decir es que se trata de un problema de incompatibilidad entre dos culturas, una de las cuales sigue fiel a sus formas, y además a las formas y expresiones que tuvo hace mil años, y otra, la nuestra, europea, occidental y cristiana se diga lo que se diga, es absolutamente incompatible con este tipo de prácticas y de ideas.

Llegados a este punto es inevitable recordar que es precisamente con el Islam y con los países islámicos con quienes el presidente de nuestro actual Gobierno quiere establecer una «alianza de civilizaciones». No parece que Samuel Huntington haya acertado en todas sus percepciones de la lucha geopolítica en nuestro tiempo, pero lo que sí resulta cada vez más evidente es que los presuntos aliados de Zapatero tienen su propio orden de prioridades. Que por supuesto incluye seguir manteniendo sus costumbres, a ser posible extendiéndolas; es decir, pegando a sus mujeres.

El secretario general del PP, Ángel Acebes, ha combinado una dosis de respeto a la independencia judicial (algo que el PSOE suele ahorrarse) con una crítica a la sentencia que ha sacado de la cárcel al incitador a la violencia. No es posible alegrarse, desde luego, de que este inmigrante estimule la comisión de delitos en nuestro territorio. Lo grave del caso es que es un personaje moralmente autorizado para orientar la conducta de millones de inmigrantes legales e ilegales que viven en el seno de la sociedad española. Y Acebes sabe, como Ministro del Interior que fue, que en muchos barrios de España pesa más la opinión del imán de Fuengirola que el Código Penal de la democracia.

Por Pascual Tamburri Bariain, 21 de diciembre de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.