Aznar, hombre del año

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

El hombre de Estado aspira vencer y domeñar los acontecimientos al servicio del pueblo. Si la democracia ha de seguir funcionando, quien suceda a Aznar deberá tener en cuenta las lecciones de éste.

2003 terminó sin que se hayan cumplido las peores previsiones del pasado mes de enero. Sadam no perdura, el chapapote no ha ahogado a nadie, la guerra no ha sido mundial, el PSOE no ha dejado de ir a peor, pese a las excelentes oportunidades de las que ha disfrutado. No todo ha ido bien, ni mucho menos, y la herencia de 2004 es preocupante, pero nada hay de irremediable.

Se debate en estos días, tal vez como recuerdo de la vista de los Magos, quién ha sido el personaje español de 2003, si ha sido doña Letizia Ortiz, o su futuro consorte, si lo ha sido Mariano Rajoy o si puede serlo, por razones diversas, uno de los líderes de la oposición, Ibarretxe, Maragall o Zapatero. Pero la verdad es mucho más sencilla, mucho más evidente: el español de 2003 ha sido José María Aznar.

Su estilo y sus decisiones podrán gustar más o menos, pero los resultados son los que son: la perseverancia y la coherencia dan frutos políticos, tal vez sin buscarlos, tal vez sin calcularlos en demasía. Pero el hombre, y su estilo, marcan una época de historia española, mucho más que todos sus posibles rivales.

No es casualidad. Aznar es un hombre constante en sus convicciones, una persona que pudo medrar como tantas en la fronda ambigua y pactista de la UCD, y que en cambio escogió la firmeza y la claridad. Y que después llevó esa firmeza de AP al PP, y que con el PP puso esa misma firmeza en el centro de la sociedad española. Un político, y justo a tiempo.

Lo peor que podría haber sucedido a España en 2003 hubiese sido tener un hombre frágil al frente, un títere de las encuestas o de las opiniones progresistas, por ejemplo, denunciados por el mismo Aznar como uno de los más feos síntomas de nuestra democracia, ligados a «la capacidad de resignación y de fatalismo para aguantar la humillante dictadura de los hechos». El verdadero hombre de Estado, en cambio, aspira vencer y domeñar los acontecimientos al servicio del pueblo.

UCD cayó en la tentación eterna de los hombres pequeños y miopes, la negación del conflicto mediante el chalaneo y las concesiones. De aquellos polvos vienen estos lodos. El consenso elevado a falsa virtud no hizo bien ni a España ni al centro derecha, y de hecho personas como Aznar opinan y opinaron que el consenso había provocado la desconfianza de una enorme masa de españoles en el sistema democrático. Hoy el sistema funciona, pero no es por casualidad. Y si ha de seguir funcionando, quien suceda a Aznar deberá tener en cuenta las lecciones de éste.

Por Pascual Tamburri Bariain, 11 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.