Del café para todos al patriotismo constitucional

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.

El «patriotismo constitucional» de Aznar y de sus sucesores puede ser, debe ser, un «patriotismo social», de españoles alegres de serlo, sin taras históricas pero sin complejos indebidos.

Uno de los responsables remotos de las horas difíciles que se avecinan en el País Vasco y en Navarra no concurrirá a las próximas elecciones generales. Político de raza y de profesión, poco amigo de José María Aznar en su travesía del desierto, Adolfo Suárez medita sin duda en su retiro las causas que le llevaron al fracaso político personal y que obligan, aún hoy, al Partido Popular a dedicar energías preciosas a remediar los errores de la UCD.

Adolfo Suárez pasará a la historia de España como el hombre del «café para todos autonómico». La multiplicación del aparato estatal, la creación de identidades colectivas regionales desde la nada, y la consiguiente aparición de regionalismos y nacionalismos donde los problemas reales eran muy otros, todo esto se incluye en el balance -negativo- del centrismo que ya no existe.

El Partido Popular, colocándose en el centro de la sociedad española -que es, en realidad, exactamente lo contrario del centrismo mediador y caciquil de tiempos de Suárez-, ha dedicado buena parte de sus dos legislaturas a arreglar lo que dos legislaturas de suarismo y cuatro de felipismo desarreglaron. Sobre todo, a dar a los españoles, de todas las regiones, un sentido de pertenencia. Un nuevo patriotismo, al que algunos han llamado constitucional y que en ningún caso desmerece de las raíces populares y sociales del partido que lo ha gestado.

El gran problema de un patriotismo que fuese sólo y fríamente constitucional al gusto de Kelsen es que, guste o no, el patriotismo es un sentimiento, un afecto, una adhesión; y muy difícilmente uno puede sentirse identificado principalmente con la letra de una Ley, por eximia que ésta sea, salvo que sea una Ley trascendente. Y esta ambigüedad actual del patriotismo español -tan evidente en su enfrentamiento con esos patriotismos miopes de las patrias regionales, que sí existen como grupo humano aunque nunca fueron patrias- es un lastre que el PP y los españoles de 2004 deben a la cobardía y a la miopía de los políticos de tres décadas atrás.

Nadie arriesga vida, hacienda y carrera por una norma jurídica. Si a los jóvenes españoles de hoy se pide, como se está pidiendo, correr riesgos en nombre de una adhesión cordial al futuro del país, no puede pretenderse que lo hagan sin calor humano. El «patriotismo constitucional» de Aznar y de sus sucesores puede ser, debe ser, un «patriotismo social», de españoles alegres de serlo, sin taras históricas pero sin complejos indebidos. No es el patriotismo de Adolfo Suárez sino, más bien, una solución a los problemas mal resueltos en torno a 1978.

Por Pascual Tamburri Bariain, 13 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.