Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
Dar por buena, en plena campaña electoral, una promesa ladina y perfectamente soslayable que no excluye una coalición nacional-socialista-comunista, es terriblemente candoroso.
Dice José Luis Rodríguez Zapatero que nunca aceptará gobernar España si no obtiene, en las elecciones generales, la mayoría de los sufragios populares. A su gallarda y generosa declaración ya ha respondido un interesado y amplio coro de alabanzas y aprobaciones. Las esperadas, las inevitables, aunque también algunas inesperadas, y otras evitables, atraídas por el espejismo de lo políticamente correcto en un tiempo de confrontación política.
En suma, ¿qué ha dicho Zapatero? Si su promesa ha de entenderse en el sentido más amplio -una negativa a gobernar sin mayoría democrática- se ha limitado a enunciar una perogrullada, un brindis al sol. Humo en campaña electoral. Si, por el contrario, quiere decir estrictamente que sólo venciendo por sus propios medios al PP aceptaría llegar a la Moncloa, está denunciando como antidemocrática su propia estrategia de estos años en la oposición, y relegando a las tinieblas exteriores de la indignidad a sus propios compañeros de partido.
Hubo una vez un político llamado Rafael Simancas, y su estrategia consistía precisamente en gobernar Madrid después de perder las elecciones. Nadie creyó ni dijo que fuese antidemocrática, hasta que ha venido Zapatero a denunciarlo. Hay una Comunidad Autónoma -Cantabria- donde el PP venció, pero donde el PSOE gobierna, a la sombra de confusos regionalismos. ¿Desaprueba Zapatero todo esto, ahora?
Pero la verdadera pregunta, no contestada, pasa por el País Vasco y Cataluña. ¿Es la propuesta de Zapatero una manera de consolidar en esas regiones -ante la más que posible victoria general del PP- el PSOE residual? Maragall jamás tendrá más que una mayoría relativísima; y López jamás podrá aspirar más que a gobernar con el PNV. ¿Es la propuesta de Zapatero una manera de legitimar un retorno a la idea de dar apoyo al partido de mayoría relativa, sabiendo que ese caso no será el suyo en Madrid?
Lo peor, con diferencia, de las declaraciones de Zapatero, ha sido la sensación de seguridad que ha creado en los centristas más tibios y en los comentaristas más crédulos. Dar por buena, en plena campaña electoral, una promesa ladina y perfectamente soslayable que no excluye una coalición nacional-socialista-comunista, es terriblemente candoroso. Y Zapatero merece algo diferente.
Por Pascual Tamburri Bariain, 19 de enero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.