Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.
6 de febrero. La muerte del comandante de la Guardia Civil Gonzalo Pérez García ha quedado relegada en algunos medios de comunicación a noticia de segundo o tercer rango. Desde el punto de vista de determinadas estrategias mediáticas y políticas la cosa es explicable, pero no lo es ni desde una mínima moral cívica ni desde los intereses generales de España y de sus ciudadanos. Ésta, y no otra, es la noticia del día y de la semana.
Un español, uno de los millones de españoles que en su juventud juraron defender España con su vida y con su sangre, ha cumplido ese juramento. Esto es algo que debe hacer meditar a todos, periodistas, políticos y españoles de a pié. La noticia no es que Gonzalo Pérez cobrase un sueldo por vestir el uniforme, porque ninguna nómina vale una muerte, ni que sus asesinos fuesen unos u otros. La noticia, la verdadera noticia, es que uno de nuestros compatriotas, sencillo, modesto, después de vivir al servicio de la nación los mejores años de su existencia, ha muerto en ese mismo servicio.
La tentación cainita de la oposición ha mostrado en estos momentos su faz más torva. Ni José María Aznar ni el Partido Popular han asesinado al comandante Gonzalo Pérez. El presidente del Gobierno, en ejercicio de sus funciones, dispuso el envío de un contingente militar a Irak, donde cumple una misión en nombre de este país y en representación y defensa del mismo. Sólo al Gobierno y a su presidente le cabe decidir y disponer en tales casos. Y los hombres y mujeres que juraron, y llevan en nombre de España las armas que el pueblo les dio para defenderlo, cumplen hasta el extremo las misiones que se les asignan.
Tal es la verdadera lección del caso: el comandante Pérez sirvió a España contra el terrorismo etarra, y como militar estaba sirviendo a la Patria a orillas del Éufrates, porque constitucionalmente es misión del Gobierno establecer cuáles son los enemigos y los intereses de España. Pretender otra cosa es, sencillamente, sepultar la enorme dignidad del comandante Pérez, cuyas declaraciones radiofónicas han escuchado todos los españoles, y de su familia, cuya imagen aún nos conmueve, bajo el manto desgastado y mezquino del relativismo y de la miopía que tantos políticos y periodistas exhiben en estas horas.
Unas horas en las que, al menos para los españoles que ni se avergüenzan de serlo ni temen defender esa identidad, lo que procede es recordar el ejemplo de quienes dieron la vida y obtuvieron la muerte en nombre de la palabra que prestaron, de la bandera que besaron y de la Patria a la que sirvieron con amor. Sólo el amor y el honor explican que aún queden hombres así. Que existan llena de esperanza el quehacer de muchos.
Por Antonio Martín Beaumont y Pascual Tamburri Bariain
Por Pascual Tamburri Bariain, 6 de febrero de 2004.
Publicado en El Semanal Digital.